Aproximadamente a la 1:00am de España empezaron a darse a conocer los primeros resultados de las votaciones en Estados Unidos. The New York Times ya señalaba en ese momento (mediante una herramienta web de predicción en tiempo real) que las probabilidades de ganar la elección para Trump eran superiores al 87%. Los más incrédulos culpamos al mal diseño del aparato, a que eran los primeros resultados, que era muy pronto, que faltaban los estados grandes. Esa probabilidad no hizo otra cosa que aumentar con el paso de las horas, incluso en los escasos momentos en que Clinton iba por delante en los votos de colegios electorales.
Lo llamativo es que pocas horas antes nadie, exceptuando algún arriesgado espontáneo, esperaba que esto ocurriera. Pero lo realmente importante es que hayamos olvidado de una de las premisas básicas de cualquier democracia: es un juego en el que el partido que gobierna puede perder las elecciones(Przeworski). Ahora solo queda tratar de entender y, en la medida de lo posible, explicar algunas de las claves de este “sorpresivo” resultado.
- Subestimación del voto oculto/vergonzante: Las grandes encuestadoras y grandes medios daban ganadora a Clinton por un amplio margen. Incluso el mencionado New York Times muestra un drástico giro de las probabilidades hacia Trump únicamente el día de la elección. Esto puede deberse a varios factores: encuestas mal hechas, poco representativas o sesgadas. El tipo de sesgo más importante es el que se conoce como “deseabilidad social”. En pocas palabras, nadie se identificaría públicamente con valores que no son los aceptados por la sociedad, como el racismo o la xenofobia, aunque íntimamente los comparta. Al parecer este efecto oculto a las encuestas se “destapó” en la elección.
- Cambio en la dimensión crítica de competencia electoral: Usualmente estamos acostumbrados a pensar políticamente en términos de izquierda vs. derecha. Incluso cuando se ha demostrado que existen más dimensiones políticas significativas, e incluso cuando esta escala se ha mostrado débil para definir o predecir el comportamiento político. A primera vista, en el caso de la elección estadounidense, la dicotomía crítica pasó a ser statu quo vs. anti-sistema, cosa que no supo entender el partido Demócrata desde el primer momento. Esto es importante desde varios puntos de vista. Uno de ellos es la selección del candidato.
- ¿Hillary o Bernie?: Como consecuencia del anterior “error de cálculo”, la elección de Clinton como candidata demócrata pasó factura el día de las elecciones. Durante los debates no se mostró fuerte, tanto discursiva como físicamente. Tampoco funcionó la estrategia de evitar la confrontación, y tanto su pasado conservador como sus actos como senadora y secretaria de estado parecen estar fuertemente relacionadas con el abstencionismo del votante demócrata. Sumado a esto, Sanders se mostraba mejor posicionado en la disputa por el voto anti-sistema, que fue el que primó en esta elección.
- La popularidad no se transfiere: Algo llamativo de esta elección fue que el presidente saliente goza de una alta popularidad; sin embargo, la candidata de su propio partido no pudo ganar la elección. Del mismo modo, Sanders al ser derrotado en las primarias demócratas intentó endosar sus votos a Clinton sin obtener resultados. Los votantes de Sanders, al parecer, prefirieron quedarse en casa, antes que votar por el statu quo.
- Flip-states, y pobre campaña en estados “ganados”: El último elemento importante es que la combinación de factores hizo que la disputa sea muy reñida, por lo que mínimas diferencias determinaron la victoria en algunos estados clave. Ohio y Florida fueron los llamados flip-states. Ambos cuentan con muchos votos electorales y no estaba claro quién se los llevaría. Pero lo más importante fue que algunos de los estados que se daban por seguros para los demócratas terminaron siendo ganados por los republicanos. Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, donde habían ganado previamente los demócratas y donde se esperaba que Clinton cosechara esos votos, terminaron pintándose de republicano por un estrecho margen. Esto puede atribuirse legítimamente a una mala campaña electoral, llevada a cabo por una mala candidata.
Finalmente hay que decir que después del “shock” global por la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, algunos analistas y personajes públicos están alarmados y cuestionan la eficacia de la democracia como sistema político. Esto no es necesariamente cierto. Una crisis democrática estaría caracterizada por procesos electorales cuestionados o por el rompimiento con reglas de juego en la competencia política. Al contrario, lo ocurrido anoche en Estados Unidos da cuenta de una fuerte competencia política, en elecciones libres y limpias. Que no haya ganado el candidato que las encuestas esperaban ganador no implica que el proceso esté viciado. La diferencia entre votos de colegios electorales y voto popular tampoco cuestiona el proceso porque ese diseño promueve la ponderación del voto rural versus el urbano, justamente el aspecto de la campaña en el que Clinton falló. Finalmente, estas elecciones muestran la vigencia de la sentencia de Przeworski sobre la democracia: el partido de gobierno puede perder las elecciones.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador