Written by: Opinión Política

Tablero Electoral: Nada Nuevo Bajo el Sol en Ecuador

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Fotografía Portada: ACGPHOTO/Semana56

Arranca oficialmente la carrera electoral en Ecuador y no hay nada nuevo bajo el sol. Una década después de mirarlo por TV, la clase política ecuatoriana que no está en el gobierno demuestra que no aprendió nada. Con las cartas ya jugadas es previsible que no haya sorpresas el día de las elecciones, y que con un poco de fortuna el candidato oficialista gane en primera vuelta. Hay dos aspectos clave que los partidos que quieren sacar a Alianza País del poder no supieron observar: la política de coalición y la importancia de la asamblea.

Después de asistir durante meses a un desfile de alianzas de todos los colores, finalmente cada partido político fue por su lado, facilitando el trabajo al oficialismo. Tuvieron muchos nombres, algunos muy poco creativos: “La Unidad”, “La Concertación”, “El Acuerdo”, pero el potencial de todas y cada una se difuminó cuando llegó la hora de inscribir candidaturas. Queda claro que para todos ellos no ha pasado ni un día en la vida política ecuatoriana puesto que siguen manejando viejas costumbres feudales dentro de sus partidos. Nadie espera que la vanidad y el ego de los caciques políticos quede fuera, pero cooperar era por mucho la mejor estrategia para llegar al poder. No lo vieron.

La derecha le hace el juego a la derecha y nadie se baja de la camioneta electoral. Guillermo Lasso viene haciendo campaña desde 2012 y no querría ver malgastada su inversión. Cinthya Viteri “es el hombre” que lleva el estandarte socialcristiano y los viejos caciques del partido no la sacarían del tablero fácilmente. Dalo Bucarám que se aferra a la esfera política vuelve a buscar una elección pese a los pobres resultados de su partido en los últimos 20 años. Esto significa que, desde la derecha, el posible voto anticorreísta en lugar de ser capitalizado por una sola fuerza política se dividirá al menos en 3. Es muy llamativo que no haya ocurrido una alianza entre las dos opciones de derecha más fuertes, que son Lasso y Viteri. Aunque ideológicamente muy cercanos, no supieron o no quisieron ceder un milímetro del poder al que aspiran, y de ese modo sepultaron sus mejores opciones para llegar a Carondelet.

Por su parte la izquierda hizo a medias sus deberes y se aglutinó alrededor de un solo candidato: Paco Moncayo. Sin embargo, algunos de los personajes que están dentro de esa coalición tienen un pasado con Alianza País y alejan a buena parte de los votos anticorreístas. Sumado a esto, las posiciones moderadas de Moncayo no movilizan ni convencen al ciudadano cansado de una década de despilfarro, autoritarismo y falso progresismo. Estos elementos pueden pasar factura a Moncayo porque hacen dudar a uno de sus más fuertes aliados que es el movimiento indígena. Si este sector se separa de Moncayo, su carrera a la presidencia estará perdida.

El resultado de todo esto es una buena perspectiva para Moreno y Glas que lideran una competencia con 4 o más oponentes débiles. Y no solo eso. Parece que después de una década al mando de un poder ejecutivo extremadamente fuerte, la clase política ha olvidado que ganar la presidencia no es ganarlo todo. Correa les ha hecho creer que desde la presidencia de la república se puede hacer lo que sea, y no es cierto. Los candidatos a la presidencia no se dan cuenta que tendrán que aliarse de todos modos en la asamblea si no quieren que Alianza País tenga plenos poderes nuevamente. Es muy conocido y estudiado el poder de veto que ejercen mutuamente la asamblea y el presidente. Por eso, una coalición para llegar al ejecutivo que vaya acompañada de una coalición para la asamblea hubiera permitido a cualquier fuerza política tener un margen de maniobra suficiente para gobernar. Lo que se avecina son los viejos y conocidos bloqueos entre ejecutivo y legislativo de los años 90 y 2000.

La muy probable continuidad de alianza país sería la peor derrota de la clase política ecuatoriana, no solo porque se mantiene un régimen marcado por el despilfarro y la corrupción, sostenido únicamente por la bonanza económica, sino porque refleja el pobre aprendizaje de las élites sobre ese atractivo juego que es la política.

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