Ecuador vive su propio cambio climático político: este 13 de diciembre, una sentencia de 6 años de prisión fue dictada contra el vicepresidente, ya en prisión preventiva, Jorge Glas Espinel, otrora poderoso segundo hombre del régimen de Rafael Correa, acusado de ser “El Hombre” tras el aparentemente inexpugnable esquema de corrupción correísta perfeccionado a lo largo de una década.
Por María Arboleda
Lo que ha ocurrido en Ecuador en el año del gallo de fuego de 2017, no lo habría podido adivinar nadie, ni siquiera con ayuda del I Ching, el clásico chino de los cambios. Las mareas han crecido en el país a tono con el lento desate de la madeja de corrupción que apenas ha comenzado a desenredarse, y que envuelve a cada vez más a numerosos jefes, exjefes, funcionarios, empresarios y políticos, entre los cuales algunos han sido apresados, otros han fugado y muchos aún se esconden en las sombras.
El escenario también ha cambiado al calor del desenvolvimiento de la pugna entre el actual presidente de la República Lenín Moreno y el expresidente Rafael Correa, que más allá de ser solo un match entre políticos, es un conflicto que atañe al carácter del Estado y de la Democracia.
A continuación vamos a leer algunos hitos del conflicto ético y político que se despliega en este Ecuador que ha emitido una sentencia de prisión para un vicepresidente imputado como actor central de las tramas nacionales de corrupción.
De asociación ilícita a lavado de activos y delincuencia organizada
(Hexagrama 18: El trabajo sobre lo corrupto / La reparación)
La prisión para Jorge Glas, imputado culpable de asociación ilícita por la petición de coimas y la firma de contratos con inmensos sobreprecios, en 5 infraestructuras estatales “emblemáticas”[2] otorgadas a la empresa brasileña Odebrecht por un total de 1.000 millones de dólares, ha sido el primer logro judicial en un proceso de denuncia de casos de corrupción en el que han participado muchas personas y colectivos, periodistas, organizaciones y líderes sociales, la Comisión Nacional Anticorrupción, entre otros, todos finalmente perseguidos por el correismo.
La sentencia acogió los alegatos y pruebas presentadas por Fiscalía, empaquetadas al final del proceso con el agravante de que los hechos habían causado “conmoción nacional”. El Tribunal Nacional de Justicia escaló las imputaciones hacia nuevos y más graves cargos penales, que ordenó a la Fiscalía investigar.
Con ello no solo se puso en evidencia la insuficiencia del cargo por asociación ilícita, delito llamado “bagatela” en la jurisprudencia ecuatoriana porque conlleva solo detención menor, la posibilidad de salir antes por buena conducta y el riesgo de tapar el condumio: los delitos más graves para cometer los cuales -justamente- los imputados se asociaron ilícitamente. Sino que también se daba razón a los reiterados cuestionamientos sociales sobre la suavidad de la imputación original y el riesgo de que el proceso fuese un tongo, con tipos penales que finalmente dejaran los delitos en la impunidad.
De este modo, Fiscalía y Tribunal se dieron la mano para crear una continuidad al proceso original, que llevará a Jorge Glas a enfrentar juicios por otros 8 posibles delitos, todos de mayor envergadura: peculado, cohecho, concusión, lavado de activos, enriquecimiento ilícito, testaferrismo, tráfico de influencias y delincuencia organizada.
Tanto Fiscalía como el Tribunal estimaron que los imputados debían pagar USD 33,3 millones, como reparación integral. De este monto, USD 14,1 millones deberán ser pagados solidariamente por Jorge Glas y su tío Ricardo Rivera, este último en su calidad de “intermediario”. El concepto de reparación integral usado así por ambas instancias, muestra una grave falla de la legislación ecuatoriana y de los actores de la justicia: una recortada concepción de reparación del daño causado, que se limita a demandar la devolución de las coimas recibidas (y solo de las que se ha encontrado evidencia).
En el mismo “error” cayó el Procurador General del Estado, Diego García, calificado como el peor abogado del Estado en la historia del país, quien estableció un monto de apenas USD 37 millones como reparación, sin considerar los sobreprecios en las obras (millonarios), la mala calidad de muchas obras (impugnadas por defectos en su construcción), los posibles fraudes (la hidroeléctrica Manduriacu ofreció entregar un nivel de megavatios al que jamás siquiera se ha acercado) y las afectaciones en esferas intangibles como la destrucción de ecosistemas (por ejemplo en el destruido bosque seco El Aromo, sitio de posible implantación de la Refinería del Pacífico, obra paralizada) o el despojo de tierras ancestrales a personas y comunidades. Todo ello sin contar las afectaciones económicas y emocionales a las personas que han perdido su base material y cultural de vida o que han sido perseguidas y hasta encarceladas por defenderlas como es el caso de xxxx de Junín (Intag).
La desmarcación de Moreno frente al correismo
(Hexagrama 9: Xiao Xu – El poder domesticador de lo pequeño)
La sentencia de prisión para Glas puede ser narrada a posteriori como un efecto de, al menos, dos procesos. Por una parte, de la creación de un escenario de intolerancia ciudadana contra la corrupción, que no logró encontrar un cauce en las elecciones de segunda vuelta de abril pasado, cuando el apretadísimo triunfo del candidato oficialista dejó un tufo de fraude, como sucedió con todas las últimas elecciones del correísmo.
Un estado de fatiga política frente a la impunidad, la clausura de las libertades, el autoritarismo, el cinismo y el despilfarro del régimen de Correa, expresado por actorías sociales y personales que se mantuvieron en las calles y en todas las tribunas de comunicación, resistiendo a estrategias de fragmentación, coptación o persecución del gobierno, en fin, gente diversa, han sido los creadores de este escenario de indignación y alerta que le pisó los talones a los protagonistas de los procesos fiscales y judiciales a los que no dejó de vigilar en demanda de Justicia.
Por el otro lado, la sentencia de prisión para Glas se configura también como un efecto de la progresiva desmarcación política de Lenín Moreno respecto del patriarca del correismo y de las argollas de hierro con que lo aherrojó su partido, Alianza País.
Lenín Moreno llegó a la presidencia de la República investido no sólo como heredero, sino sobre todo en calidad de rehén de Correa: sin fuerza propia, ni de masas ni partidarias, apenas dueño de la imagen que lo colocó en posición privilegiada como candidato continuador cuando el proyecto correísta hacía aguas, su horfandad hizo pensar que haría buena letra como guardián del legado y de las espaldas sucias del régimen.
En previsión, fue rodeado con una camisa de fuerza leal a Correa en todos los sitios y funciones del Estado, incluyendo la Contraloría, la Fiscalía, la Justicia, las Fuerzas Armadas, la función electoral, la Corte Constitucional, el mal afamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, el organismo quizá más repudiado entre todos los públicos, el equipo económico y la Asamblea Nacional.
Para Moreno, la herencia recibida era una receta para el fracaso, a la cual apostaba Correa, que dejó saber que preparaba su regreso triunfal para después de un año, vía “muerte cruzada”, cuando un escenario insostenible del país permitiera que volviera como salvador de la patria.
Sin embargo, el guión de titiritero y ventrílocuo de Rafael Correa hizo aguas cuando Lenín Moreno se negó a ser su muñeco parlante y decidió hacer su propia ruta. Aún cuando le ha tomado seis meses y no poca reserva, sigilo y varias equivocaciones, Moreno ha logrado doblarle el brazo a Alianza País en un duelo de espadas, estilo Kill Bill, si bien es cierto apoyado de manera expresa por casi todas las fuerzas sociales, económicas y políticas del país que han decidido, cada una por su lado, apoyar una línea de descorreización de la sociedad y del Estado donde no ha habido lugar para equivocarse y las críticas al actual gobernante se manejan con realismo.
En estos seis meses, usando una presencia dual, consistente en negociar detrás de cortinajes y pronunciarse públicamente cuando era necesaria una movida de fuerza en temas en que el presidente necesitaba la simpatía del pueblo, Moreno ha conseguido licuar la hegemonía correísta en Alianza País, donde no solo las huestes parecen haber abandonado en gran proporción al ex Gran Líder, sino donde además, la cúpula adicta a Correa se encuentra deslegitimada y con su credibilidad por los suelos.
En otros ámbitos, poco a poco hemos asistido a un proceso que el país mira con gran sorpresa, donde muchas cabezas o figuras de poderes nacionales y locales –personales o colegiadas— parecen acoger la lógica de las leyes y de la Constitución, pero que no cuentan con la total confianza ciudadana –que quisiera la real existencia de un Estado de Derecho– puesto que mira funciones y cargos encarnados aún en muchas figuras del pasado régimen.
En la Contraloría General del Estado, luego de diez años de entronizamiento de Carlos Pólit, funcionario que la convirtió en una fábrica de corrupción, que se encuentra fugado en Miami y que ha sido acusado como uno de los principales sobornados (USD 10.1 millones) por funcionarios de Odebrecht ante la justicia de Brasil, el nuevo contralor subrogante Pablo Celi ha adelantado informes que han permitido establecer reponsabilidades culposas para funcionarios del anterior régimen como el ex ministro Iván Espinel, el ex presidente del directorio del poderoso Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y el propio Jorge Glas. En situación similar se encuentra el zar de la Superintendencia de Comunicación, Carlos Ochoa, que persiguió a los medios y a los periodistas actuando como denunciante, juez y parte de los procesos.
La Fiscalía y la Justicia: en el ojo del huracán
(Hexagrama 51: Zhen, el trueno sacude de conmoción al perezoso)
Si esta nota se hubiera escrito en agosto pasado, se habría hablado de posible fraude en la causa seguida contra Jorge Glas, puesto que el Fiscal General Carlos Baca Mancheno era una figura sospechosa para el país por su trayectoria afín a la “línea” marcada desde el correísmo.
Todos sabían que su nombramiento como Fiscal General, operado por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, brazo inoficial del Ejecutivo, tenía la intención de enterrar las denuncias sobre corrupción que a partir de 2015 saltaban como canguil en alto fuego, tanto desde dentro como desde fuera del país.
El comportamiento del Fiscal General mutó en estos seis meses. Si al principio se sumó de manera totalmente incorrecta al critero de Correa de que la corrupción venía de afuera, de empresarios corruptores, y que los pobrecitos funcionarios habían sido corrompidos, poco a poco pasó de “tener miedo a pisar la cola del Tigre (Correa)” a organizar el trabajo de Fiscalía en el caso Odebrecth contra Jorge Glas, más cerca de las normas legales que la ciudadanía exigía.
Si bien Fiscalía nunca terminó de configurar cargos más importantes que el de asociación ilícita en este proceso, hay que reconocer que entregó un paquete de pruebas físicas, documentales y testimoniales que hicieron posible al Tribunal Nacional de Justicia establecer un nuevo campo de investigación por múltiples y superiores delitos, algunos de los cuales –según Baca Mancheno- ya están en fase de instrucción fiscal.
El caso de los jueces es también sensible en el país, luego de que muchos de ellos se plegaran con una facilidad a los mandatos del poder, convirtiendo en realidad en Ecuador lo que alguna vez afirmara Bertolt Brecht: “Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirlos a hacer justicia.” Mientras el muy poderoso Consejo de la Judicatura, sobrevive de agache, señalado por denuncias de haberse convertido en instancia de disciplinamiento de los jueces que intentaban resguardar sus sentencias de los intereses de las cúpulas. Tal el caso de la Justicia.
La Asamblea Nacional: ¿recuperar su lugar?
Leyendo la sentencia de prisión para Jorge Glas, queda en claro que la política, en gran medida y debido a la pérdida de la ética pública, se decide en los tribunales. Jorge Glas, amigo de la niñez y hombre de absoluta confianza de Rafael Correa, fue impuesto a Lenín Moreno como candidato a la vicepresidencia. Hace rato que mucha gente se siente avergonzada de tenerlo como vicepresidente debido a las incontrastables evidencias de su participación como actor principal, desde su encargo como líder de las áreas estratégicas del Ejecutivo, en perjuicios que se calculan en más de USD 35 mil millones, una suma de horror para un país pequeño como Ecuador.
A pesar de las evidencias ya encontradas y de las que muy seguramente se encontrarán, Jorge Glas se ha negado a renunciar. En agosto pasado, Lenín Moreno le retiró todas sus funciones, haciéndose eco del pedido que le hiciera la Comisión Nacional Anticorrupción.
Por ello, una de las medidas que se demandan a nivel nacional, es el enjuiciamiento político del vicepresidente por la Asamblea Nacional AN, procedimiento que ha sido bloqueado por el Consejo de Administración Legislativo CAL, dominado por correistas duros. El próximo domingo 17 de diciembre se conocerá su pronunciamiento ante un nuevo pedido de enjuiciamiento, luego de que el presidente de la AN, José Serrano, convocara al organismo para que tome una definición tras emitirse la sentencia de cárcel para Jorge Glas.
En la Asamblea Nacional, no solo que el bloque correísta duro ya ha perdido la mayoría simple, sino que su presidente, José Serrano, parece jugar entre un bando y otro mientras María José Carrión, presidenta de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, conocida como Comisión de Archivo por su eficacia en negar el trámite a numerosas denuncias, claramente aparece alineada con el morenismo luego de ser, en la topología correísta, una de las más fervientes adherentes del líder.
La consulta popular y la localización del futuro: hablar y actuar “la plena”
(Hexagrama 1: Qian – El principio activo. Hexagrama 42: Yi – El incremento.)
El 29 de noviembre, Lenín Moreno envió al Consejo Nacional Electoral, dos decretos ejecutivos convocando a Consulta Popular. Con ello, Moreno desmontó la maniobra de la Corte Constitucional, entidad heredada de la década anterior, que se aprestaba a aprobar la convocatoria negando dos preguntas clave que afectarían la estructura de poder construida por el correísmo.
La primera pregunta, referida a la reelección indefinida, de ser contestada positivamente lo que parece que ocurrirá, cerrará las puertas al regreso de Rafael Correa, quien en 2015 cambió inconstitucionalmente la norma que habilitaba la reelección solo por dos períodos. La otra pregunta indaga si se quiere que terminen las funciones de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social CPPCS, el órgano más desprestigiado en la arquitectura correísta de funcionamiento estatal. Las encuestas hablan de resultados muy favorables al sí en esta y la otra pregunta, por encima del 70%.
En argot ecuatoriano hablar “la plena” significa decir la verdad. Esto conlleva que la gente ve la mentira como un vacío y tiene razón. Al proceso que hemos vivido en estos seis meses que parecen un año completo, lo menos que le podemos atribuir es una opacidad en el proyecto del Ejecutivo que no favorece la creación plena de confianza en el gobernante. Más aún, después de las confesiones del ex secretario de la Presidencia, el nicaraguense Eduardo Mangas, que pintaron un tinte de cinismo a las estrategias de diálogo y combate a la corrupción de Lenín Moreno, el pueblo ecuatoriano ha recibido nuevos elementos para mantenerse expectante.
Mangas ha debido renunciar. Bien por Lenín Moreno, que lo ha desautorizado, pero la verdad es que el proyecto de gobierno no queda en claro para nadie, envuelto como está en contradicciones como la vigencia del extractivismo minero y petrolero, el inmenso gasto estatal, las asfixiantes obligaciones de la deuda externa, la crisis de la economía y una relación a veces ambigua con las organizaciones políticas y sociales, elementos en parte propios del escenario legado por el correísmo.
A pesar de que se mantiene un gran apoyo a la consulta, muchas personas dicen encontrarse al mismo tiempo en modo “alerta temprana”. Vigilantes. El engaño y la manipulación que el anterior régimen hizo sobre los deseos y propuestas populares nos han vuelto bastante descreidos. Moreno deberá remontar este estado hablando y actuando la plena.
Pasar de la creación de espacios de convivencia política a un devenir de la política en oikos-política, en el triple sentido de ecología, economía y hogar, donde el sitio de los diversos, sea el sitio desde el cual se articulen mayorías que estructuren individuos/as, comunidades y plurinaciones y no lógicas de Estado sin cuerpos ni sujetos.
[1] Socióloga y politóloga, feminista, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA).
[2] Las hidroeléctricas Manduriacu y San Francisco, el poliducto Pascuales-Cuenca, la movilización de tierras para la Refinería del Pacífico y el trasvase La Esperanza.
María Arboleda es socióloga y politóloga, feminista, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA) del Ecuador.