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REFERÉNDUM EN CATALUNYA: SIGNO DE UN PAÍS QUEBRADO

Fotografía: Patricio Realpe

“Seria fantàstic que guanyés el millor i que la força no fos la raó […] Que arribés el dia del sentit comú. Trobar-se com a casa a tot arreu.”

Joan Manuel Serrat

Texto: Julián Martínez

Hay cosas que cuando se rompen no se pueden arreglar. En este momento ya no importa el resultado del referéndum del 1 de octubre en Catalunya. Ni siquiera importa si efectivamente se declara la independencia, tal como ha sido la voluntad de los catalanes que han votado. Nada podrá reparar el daño y la herida profunda que se ha vuelto a abrir en toda la sociedad española durante estos días.

Muchas protestas iniciaron a partir de la detención de algunos altos cargos del Govern catalán vinculados a la organización del referéndum el miércoles 20 de septiembre. En estas salió a relucir todo lo que estaba guardado tras el corsé de la corrección política. Los saludos fascistas, las banderas de España con falanges, los insultos y los golpes son cosa común desde que se anunció el referéndum y desde que el gobierno de España declaró el estado de excepción y realizó detenciones y allanamientos en Catalunya en búsqueda de papeletas y urnas. Asimismo, el rechazo hacia el estado español se ha hecho visible entre los independentistas más radicales.

Desde el centralismo se defiende el hecho de que hay una constitución y una legalidad que prima sobre las intenciones de los catalanes. Efectivamente, la constitución española debería reformarse para permitir la independencia de alguno de sus componentes, y esto es improbable con la configuración actual del Congreso y en Senado. Sin embargo, de acuerdo a una resolución del 26 de julio de 2010, sobre el asunto de la independencia de Kosovo, la Corte Internacional de la Haya no considera que exista una prohibición en el derecho internacional sobre esa declaración unilateral de independencia. Esto dado que la declaración de Kosovo “no está acompañada de un uso ilícito de la fuerza o de otras infracciones graves de las normas del derecho internacional general” (http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/64/881). Esta declaración es un fuerte antecedente para el proceso de referéndum catalán, ya que en otras palabras, para el derecho internacional, la declaración unilateral de independencia que emerge de un proceso democrático es legal y legítima.

La cultura política de una nación es la representación de los valores democráticos de sus ciudadanos. Y su estabilidad y buen funcionamiento político está en juego cuando no hay sintonía entre estos y la respuesta de sus instituciones. En España, país de instituciones fuertes y valores democráticos fuertes, parece haberse incubado durante mucho tiempo el resentimiento, la intolerancia por motivos culturales, étnicos o políticos. No es solamente el hecho de que un referéndum en Catalunya haya activado todas las alarmas en el gobierno central, incluida la movilización de la fuerza pública, arrestos y allanamientos claramente políticos. Además de ello, esta tensión política ha sacado del armario uno de los problemas más antiguos entre los españoles: la independencia de Catalunya. El resultado de no haber gestionado en las instituciones este asunto, de haber mirado hacia otro lado por muchos años, es hoy la expresión en la calle de esa división.

El asunto Catalán divide a los españoles desde hace muchos años, pero este momento parece haber explotado. Mientras en los pasillos y delante de las cámaras los políticos hablan y dan órdenes, en las calles los ciudadanos se insultan y agreden. Parece que los políticos no tienen idea de los alcances que la violencia simbólica y real puede tener entre grupos históricamente diferenciados. Y menos aún, si ese discurso va acompañado de persecución política y restricción de libertades. Si para algo debía servir la política, es para evitar la guerra, para tramitar los conflictos. La actual escalada de hostilidad a causa del referéndum catalán solo demuestra que nada se hizo en las instituciones para canalizar las demandas de una parte importante de la población, no solo sobre su independencia, sino sobre su elemental derecho a votar. Y sin importar el resultado, este conflicto dejará bandos vencedores y vencidos, y con ello más humillación y resentimiento.

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