Fotografía: Palacio de la Zarzuela
Julio Grondona, expresidente de la Asociación de Fútbol Argentino, contaba que Ramsés II, emperador egipcio, coqueteaba con dos chicas, y mandó a hacer dos anillos iguales, para que ambas pensaran que habían sido elegidas como la más linda de su harem. Alguien le preguntó a Ramsés qué pasaría si las chicas se llegaran a cruzar y veían el anillo, a lo que el faraón respondió: ‘todo pasa’. De allí el famoso anillo con esa inscripción que el dirigente usaba en su meñique.
La política no es muy distinta; es un juego de posiciones e intensidades. A veces hay que estar en la posición correcta, otras hay que tener la medida justa de intensidad. Pero casi siempre veces hay que combinar ambas si se quiere ganar. Hace pocos días Mariano Rajoy ha sido investido como presidente del gobierno español gracias a una posición ventajosa y a saber mantenerla durante mucho tiempo con la intensidad adecuada. Pero ¿qué quiere decir esto?
En primer lugar, Rajoy supo mantener su posición de ventaja electoral. Para esto aprovechó que la cultura política de los españoles, sobre todo de las élites, no les impidió entender (o no quisieron) cómo formar gobierno en un sistema parlamentario sin partido mayoritario. Lo lógico era formar coaliciones; lo testarudo era reclamar el gobierno para la primera minoría, como si fuera un presidencialismo cualquiera. Rajoy y el Partido Popular optaron por la segunda.
Pero la jugada más importante, y que forma parte del repertorio “más fino” de Rajoy, fue esperar. Es decir, mantener su posición con una baja intensidad mientras los otros disputaban enardecidamente y reclamaban legitimidad, en balde. Al declarar cada cierto tiempo que España sin gobierno podría ser una catástrofe, lento pero seguro mantenía su ventaja e iba apuntalando la idea de que “lo natural” era que gobierne la primera minoría con apoyos explícitos o implícitos de otras fuerzas. Siempre que era posible, coqueteaba con los partidos más proclives a este tipo de juego y le funcionó muy bien. En Colombia a este tipo de estrategia le llaman tener un “arrocito en bajo”, y significa tener una potencial relación en espera, sin dejar que se “queme” ni se “enfríe”. En el peor de los casos, si “las dos chicas” se llegaran a cruzar, “todo pasa”.
El problema de todo esto es el inmovilismo. Todo pasa para que nada pase. No cabe esperar nada distinto del nuevo gobierno del Partido Popular. No solo eso. Tristemente, después de las trasnochadas declaraciones de Pedro Sánchez en su entrevista con Jordi Évole en el programa Salvados, parece que no cabe esperar nada de la “democracia” española. Ese arrocito hace tiempo ya se quemó.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador