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PROTAGONISMO DE LA MUJER INDÍGENA EN LA DIPLOMACIA ECUATORIANA

Sobre el protagonismo de la Mujer Indígena: «Estos espacios dejaban de lado a los representantes de pueblos indígenas, campesinos de la costa y afrodescendientes, por cuanto la exclusión como estructura social afincada en la sociedad los había relegado de los servicios básicos, así como del acceso a la salud y realización profesional, sometiéndoles a una precaria inserción en el mercado laboral.»

El nombramiento de Nina Pacari Vega como Canciller, en 2003, constituye un hito en la historia del país, por cuanto se convirtió en la primera mujer y primera representante indígena en ocupar el cargo de ministra de Relaciones Exteriores y fue el primer gran protagonismo de la Mujer Indígena.
El nombramiento de Nina Pacari Vega como Canciller, en 2003, constituye un hito en la historia del país, por cuanto se convirtió en la primera mujer y primera representante indígena en ocupar el cargo de ministra de Relaciones Exteriores y fue el primer gran protagonismo de la Mujer Indígena. @UNIR.

Martha Cecilia Santillán Sinchico

Los avances en pro del derecho de las mujeres a participar en los puestos de poder, de sus derechos civiles y de la igualdad de oportunidades están conectados con la consolidación de la democracia, el desarrollo social y el crecimiento económico equitativo.

En 2012 y 2013, a través de una política de género y culturalmente inclusiva, el gobierno ecuatoriano incorporó, al Servicio Exterior Ecuatoriano (SEE), a diplomáticos y diplomáticas de pueblos y nacionalidades, como una forma de revertir formas de discriminación y promover la inclusión social. Este proceso incluyó, además, la paridad de género que se traduce en un notable avance en el rol de la mujer indígena en el servicio público.

La inserción de los nuevos servidores públicos en el quehacer diplomático responde a la puesta en práctica, tanto de los principios constitucionales de igualdad y no discriminación, como de las recomendaciones y disposiciones establecidas en instrumentos nacionales e internacionales que velan por una sociedad más igualitaria. Y desde una mirada retrospectiva, este acontecimiento forma parte del proceso crítico, reflexivo y reivindicativo, de orientación emancipatoria en cada contexto, que inició con la demanda del movimiento indígena, de establecer un Estado plural.

Reseña sobre el ingreso de la mujer indígena en la carrera diplomática del Ecuador

La diplomacia constituye la cara externa de una nación y desde tiempos memorables fue concebido como el arte de conducir las relaciones internacionales entre las naciones y sus instituciones, oficio reservado exclusivamente para los Estados y las élites afines al poder político gobernante.

El análisis del conjunto de los testimonios permite reconocer una cierta composición generalizada de las legaciones (…) quienes parecen haber sido escogidos, con frecuencia, entre un cuerpo selecto de ciudadanos en virtud de su experiencia política o preeminencia socio – económica (…) En ocasiones, son los depositarios del poder ejecutivo quienes encabezan las comisiones. (García, 2001, p. 90).

García hace referencia a un selecto grupo de ciudadanos políticamente activos en el o los gobiernos de turno, quienes conformaban las actividades gubernamentales, económicas, sociales, culturales e ideológicas de un país, además de tener conexiones políticas o familiares con las élites, lo cual facilitaba o garantizaba el acceso a estancias diplomáticas. Este acercamiento va ligado a una interpretación histórica que tiene un largo recorrido como la misma clásica idea de mantener la representación del Estado en manos de los grupos de poder político y económico.

Estos espacios dejaban de lado a los representantes de pueblos indígenas, campesinos de la costa y afrodescendientes, por cuanto la exclusión como estructura social afincada en la sociedad los había relegado de los servicios básicos, así como del acceso a la salud y realización profesional, sometiéndoles a una precaria inserción en el mercado laboral.

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Un claro ejemplo de esta estructura social jerarquizada y clasista es la polarización de las universidades en ámbitos urbanos y en las principales ciudades del país, evidenciándose “prácticas excluyentes en la asignación de recursos públicos y en la oferta de servicios básicos” (Planex, 2005, p.36), que relegó a muchos, de una realización profesional plena y en igualdad de condiciones.

Si bien no hubo normas o leyes que restringieran la presencia de la diversidad social en niveles de representación exterior, tampoco existieron protocolos que garanticen su inserción en la carrera diplomática, por la centralidad en sus convocatorias y porque sus perfiles profesionales no reflejaban a todos los sectores del país:

“Uno de los grandes avances en la política pública de la última década en el Ecuador, ha sido transversalizar dentro de su institucionalidad la gran diversidad cultural, territorial e identitaria que el país posee. Dentro de estas experiencias se encuentra el Servicio Exterior ecuatoriano, el cual se había caracterizado por un acceso restringido- ya sea por el número escaso de puestos para ser disputados por los postulantes-, por una centralidad en su convocatoria – que incorporaba principalmente a personas de Quito-, o por los requisitos que priorizaban perfiles profesionales y sociales que no reflejaba a todos los sectores culturales del país” (Barreiro, 2016).

En ese sentido, la inclusión de la diversidad étnica en la carrera diplomática constituye un hecho inédito en la historia del Ecuador, cuyo propósito se enfocó a la reconfiguración de la estructura social y del patrón conductual en ambas partes, tanto de los nuevos funcionarios que ingresan como de aquellos que pertenecen a esa institución.

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La participación de las mujeres en general y de la mujer indígena en específico, constituye obstáculos socio-estructurales sorteados, por cuanto, se trata de una carrera “de más duro acceso” (Bermeo, 2009:191), al igual que la carrera militar, por ser un espacio, tradicionalmente, de conducción androcéntrica, por hombres, blanco mestizos, de zonas urbanas y asociados con las élites. 

A esta percepción se agregan condicionamientos de género como la mirada patriarcal, o la tendencia a asociar las mujeres con las emociones, subjetividad y tareas reproductivas; por el contrario, a los hombres se los vincula con el poder, la objetividad y seguridad (McGlen y Reid Sarkees, 1993).

Esta realidad ha sido revertida paulatinamente, gracias a los procesos sociales, políticos e ideológicos, y el mundo diplomático no es la excepción.

En abril del 2012 las diplomáticas indígenas Ñusta Maldonado, Edith Pino, Martha Santillán, Verónica Barahona, Verónica Muenala y aparece medio cuerpo: Tamara Live, fueron retratadas en un protagonismo de la Mujer Indígena por Xavier Granja C
En abril del 2012 las diplomáticas indígenas Ñusta Maldonado, Edith Pino, Martha Santillán, Verónica Barahona, Verónica Muenala y aparece medio cuerpo: Tamara Live, fueron retratadas en un protagonismo de la Mujer Indígena por Xavier Granja C, fotógrafo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración

Incorporación de la mujer en la carrera diplomática del Ecuador

La incorporación de la mujer a la carrera diplomática del Ecuador y en Latinoamérica en general se ha dado de manera tardía. Un evento que tuvo lugar “con el advenimiento de corrientes norteamericanas y europeas o por necesidades del sector femenino de crear un conglomerado capaz de independizarse de su familia próxima” (Bermeo, 2009, p. 191).

Conforme al Archivo Histórico de Cancillería, a 2009, se contabilizaron 4.900 nombramientos, de los cuales 46 correspondieron a mujeres (Bermeo, 2009, p. 196); es decir la inclusión femenina en el área diplomática fue muy baja y también segmentada, pues de ellas ninguna era indígena, ni afrodescendiente. “Las primeras mujeres que participaron en el Servicio Exterior ecuatoriano lo hicieron administrativamente, especialmente como taquimecanógrafas o contadoras” (Ibídem, p.196), es decir, en funciones instrumentales.   

Incluso, en un matrimonio conformado por funcionarios del Servicio Exterior era imposible que juntos pudieran desempeñar funciones a nivel internacional. Bermeo (2009) advirtió ciertas limitantes del servicio exterior para sus empleados: “La mujer profesional debía retirarse para favorecer la carrera del cónyuge varón diplomático” (p. 196).  Esta situación cambió tras la emisión del Acuerdo Ministerial 501, de 4 de diciembre de 2007, por parte de le entonces Canciller, María Fernanda Espinosa, que faculta la “rotación” de diplomáticos que conforman un matrimonio, a desempeñar funciones en el exterior, en la misión de un mismo país, ya sea en Embajada o Consulado, en una misma ciudad o ciudades cercanas. 

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De 1987 a 2010 se registró el ingreso de 220 diplomáticos en la Academia Diplomática del Ecuador, con una evidente ventaja para funcionarios masculinos. Específicamente, 139 plazas correspondían a hombres y 81 a mujeres, es decir, un porcentaje de 63% para los hombres y 37% para las mujeres (Añazco, 2018).

Otros datos del MREMH muestran que entre 1830 y 2017, se ha designado 156 Cancilleres, de los cuales “153 han sido hombres y 3 mujeres”, entre ellas: Nina Pacari Vega Conejo (2003), María Fernanda Espinosa Garcés (2007 y 2017) y María Isabel Salvador Crespo (2007-2008). Estas cifras históricas acentúan la desigualdad de género a la hora de nominar la máxima autoridad de la institución (Añazco, 2018).

Lucero (2012), señala que en la carrera diplomática han existido “barreras invisibles conocidas como ‘techo de cristal’”, que han impedido a las mujeres ascender a puestos jerárquicos o de decisión. Se trata de “normas no escritas y elementos difíciles de detectar” basados “en prejuicios sobre la capacidad de desempeño” (p.4), que pone en entredicho la capacidad de las mujeres para ejercer un cargo que conlleve poder político.

De acuerdo con la Embajadora ecuatoriana Mireya Muñoz, la inequidad de género es una realidad en el presente, observable en la primera categoría de la carrera diplomática, es decir, entre Embajadoras y Embajadores. La diferenciación responde a un tema generacional, pues anteriormente ingresaban menos mujeres al Servicio Exterior Ecuatoriano.

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Es así que al 2019, había 72 embajadores, de los cuales, 59 son hombres (82%) y 13 corresponde a mujeres (18%). Las cifras, asimismo, revelan otros aspectos históricos como la desigualdad de género en el acceso a la educación: los varones ingresaban más a la educación superior que las mujeres (Peralta, 2019).

De este modo, la paridad de género en las primeras categorías del Servicio Exterior Ecuatoriano no se cumplió, pese a que CEDAW, mediante la Recomendación General Nº 23, del 16º Período de Sesiones, de 1997, en su Art. 8, establece que los Estados parte deben “Garantizar a la mujer, en igualdad de condiciones con el hombre y sin discriminación alguna, la oportunidad de representar a su gobierno en el plano internacional y de participar en la labor de las organizaciones internacionales”.

Estos conceptos y realidades dan forma a una cavilación: el Estado debe garantizar la participación de las mujeres, indígenas y no indígenas, en los ámbitos nacional e internacional, mediante la aplicación de políticas públicas con perspectiva de género que posibiliten el ingreso igualitario de hombres y mujeres a la educación superior en las diversas especialidades, rompiendo con la direccionalidad vocacional que ha sumido a la mujer hacia ámbitos locales y/o reproductivos.

Democratización de la carrera diplomática

Ecuador como suscriptor de varios instrumentos internacionales relacionados con la garantía de los derechos humanos (Declaración Universal de Derechos Humanos, Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, Convención CEDAW, Convención Belém Do Pará, entre otros),  incorporó en su Constitución, CRE (2008), artículos que recogen los principios de justicia e igualdad, a fin de generar condiciones favorables de protección integral a segmentos de la sociedad que requieren consideración especial, entre ellas las mujeres.

En ese marco, en 2012, la Cancillería ecuatoriana intensificó sus esfuerzos por democratizar la carrera diplomática en beneficio de la diversidad étnica del país, mediante la aplicación de acciones afirmativas, un mecanismo que formó parte de la ejecución del “Plan Plurinacional para eliminar la discriminación racial y la exclusión étnica y cultural”, una política de Estado enfocada a velar por la incorporación de la diversidad social en las instancias públicas, incluyendo la Cancillería.

Así, en 2012, se incorporaron a la Sexta Categoría del Servicio Exterior Ecuatoriano: 20 indígenas, 11 afroecuatorianos, 10 montubios y 29 mestizos como parte de la promoción XIV; y, en 2013 se incluyó a la promoción XV, 27 indígenas, 16 afroecuatorianos, 9 montubios y 48 mestizos.

Cuadro N°1

Inserción de diplomáticos de pueblos y nacionalidades indígenas, con paridad de género

Autoidentificación20122013
Indígena2027
Afroecuatoriana1116
Montuvio109
Mestizo2948
Total70100
Hombres/mujeres35-3550-50

Elaboración personal. Fuente: MREMH (2020).

De acuerdo con la Embajadora Muñoz, la inclusión de funcionarios de la sexta categoría (terceros secretarios), en las promociones XIV y XV, de 2012 y 2013, habría posibilitado que la Cancillería alcance la equidad de género “con 107 funcionarios diplomáticos, de los cuales 53 son hombres, es decir, el 49,5 por ciento; en cambio, el resto son 54 funcionarias, que equivale el 50,5 por ciento” de representación en esta cartera de Estado. Se infiere la siguiente transición: un mayor número de mujeres acceden a la educación superior (Peralta, 2019).

En el siguiente cuadro se ilustra el porcentaje de inclusión de las mujeres, de acuerdo a su autodefinición y pertenencia a nacionalidades y pueblos del Ecuador: el 2% corresponde a mujeres autodenominadas “blancas”, 4% a montuvias (campesinas de la costa), 8% a afroecuatorianas, 12% a mujeres indígenas, y, 73% a mujeres autodefinidas como mestizas.

Gráfico N°1

Porcentaje de inclusión mujeres diplomáticas

Elaboración propia. Base de datos mujeres diplomáticas. Fuente: MREMH. 

De 157 mujeres diplomáticas de los diversos rangos que conforman el Servicio Exterior Ecuatoriano, 20 corresponde a mujeres indígenas, alcanzando un total de 12% de mujeres indígenas diplomáticas.

La paridad de género y los mecanismos de inclusión de indígenas, afrodescendientes y montuvios en la carrera diplomática adoptados por Ecuador resultaron del principio constitucional que avalaba el Estado plurinacional e intercultural.

La aplicación de políticas inclusivas marcó el inicio de un proceso de ruptura paradigmática en la concepción de la estructura sociopolítica del Estado. La diversificación del servicio exterior implicó el ejercicio de los derechos de participación política de la diversidad étnica del Ecuador.

No obstante, la presencia de la mujer indígena en el estadio político, nacional e internacional, se enfrentó a grandes desafíos. El primero de ellos: romper los estereotipos que le fueron asignados desde la época colonial, así lo asevera Paolina Vercoutere Quinche, Concejala indígena de Otavalo, para quien la inserción de las mujeres indígenas en espacios diplomáticos tendría dificultades aún “por el estigma de personajes de servicios”.

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El nombramiento de Nina Pacari Vega como Canciller, en 2003, constituye un hito en la historia del país, por cuanto se convirtió en la primera mujer y primera representante indígena en ocupar ese cargo, un hecho que “deconstruye las representaciones históricas de las élites sobre las mujeres indígenas” (Pequeño, 2007, p.4).

A la actualidad, las funcionarias indígenas ocupan la sexta, quinta y cuarta categorías que corresponde a los cargos de Terceros, Segundos y Primeros Secretarios dentro de la carrera diplomática, quienes pronto fueron asignados a Embajadas y Consulados alrededor del mundo, constituyéndose éste en un espacio con dimensiones sociales, políticas y culturales particulares que los vincula en una estrecha relación con migrantes de pueblos y nacionalidades.

De izquierda a derecha Diego Tituaña, Verónica Barahona, José Luis Cabascango, Martha Santillán y Tamara Livel durante una reunión en Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración, que de visibilidad al protagonismo de la Mujer Indígena.
De izquierda a derecha Silvia Guamán, Diego Tituaña, Verónica Barahona, José Luis Cabascango y Martha Santillán durante una reunión en Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración, que de visibilidad al protagonismo de la Mujer Indígena. © Xavier Granja C/Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración

Conclusión

La inserción de la diversidad étnica, ergo de la mujer indígena en el Servicio Exterior Ecuatoriano constituye un importante hito en la historia del país y quizás de América Latina. Responde a la puesta en práctica, tanto de los principios constitucionales de igualdad y no discriminación, como de las recomendaciones y disposiciones establecidas en instrumentos nacionales e internacionales que velan por una sociedad más igualitaria, donde el Estado actúa como garante de los derechos de las mujeres y posibilita la superación de las condiciones de exclusión.  

No se puede desconocer, además, los importantes aportes del movimiento feminista por alcanzar una mayor inclusión de las mujeres en los espacios de poder y de toma de decisiones, que fue la base que posibilitó la transversalización de la perspectiva de género en los diversos ámbitos de la sociedad, promoviendo una paulatina reconstrucción y reingeniería sociocultural.

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La voluntad política del gobierno de turno y las demandas del movimiento indígena fueron aspectos fundamentales a la hora de promover la inclusión de la diversidad étnica en la carrera diplomática, por cuanto fueron los actores sociales y políticos que impulsaron a lo largo de la historia, la construcción de un nuevo Estado, reflejado en las constituciones de 1998 y 2008, en las que se reformó y concibió como un Estado plurinacional, garante de derechos individuales y colectivos.

Es así que la presencia de líderes y lideresas indígenas en los espacios políticos es más notoria, a partir de la década de los noventa, tras la irrupción del movimiento indígena en la esfera política y su propuesta de reconocimiento del carácter “pluricultural” del Estado ecuatoriano.

La presencia de la mujer indígena en el servicio exterior ecuatoriano, en específico, de-construye el imaginario único de campesina, ama de casa, incluso analfabeta, factor clave que marca la identidad no solo individual y colectiva de un grupo poblacional sino de un Estado que se sabe diverso. De esta forma, se vislumbran impactos a nivel individual, familiar, colectivo en los ámbitos laboral, social, cultural y político. No obstante, más allá de la presencia física, el impacto social y político debe ser medido por el nivel de incidencia de los diplomáticos y las diplomáticas indígenas en las decisiones que afecten favorablemente a sus representados y al Estado ecuatoriano. Aspectos que, sin lugar a dudas, podrán ser medidos en un futuro cercano.

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