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LA MAGIA MEDIEVAL DE TROGIR Y SPLIT

5.30 AM. Trogir y Split, islas en Croacia, hacen este día especial. Y por eso hemos madrugado para descubrir estas islas mágicas. Son nuestra parada tras abandonar la Serenissima Venecia, en nuestro viaje en busca del Minotauro. La isla de Trogir, nos recibe con un amanecer de cuento. El Sol pinta en tonos anaranjados las plácidas aguas del Canal de Drvenik, sobre el que navegamos, para alcanzar las costas Dálmatas de Croacia. De esta forma, sus  pequeñas islas, me recuerdan lomos de dinosaurios, que se insinúan para ser vistas en todo su natural esplendor.

Llegada a las islas de Trogir y Split por el canal de Drvenik. Fotografía: Patricio Realpe
Fotografía: Patricio Realpe
Tumba del Beato Iván Ursini. Fotografía: Patricio Realpe
Fotografía: Patricio Realpe

Será que Marco Polo, nos guía a través de uno de sus viajes. Y así nos lleva a lomo de una serpiente marina de la mitología griega por el tradicional urbanismo de la ciudad romántico gótica «Patrimonio de la Humanidad».

Trogir está ubicada sobre una isla, bautizada como Tragurio por los griegos, en el siglo III AC. Es una encantadora ciudad dálmata, que provoca «amor a primera vista». Ya que en su menos de 1 km2, podemos encontrar el típico entramado de calles en cuadrícula, urbanismo ortogonal, herencia griega. También encontramos las huellas de los conquistadores venecianos, que dejaron sus vestigios barrocos, medievales o renacentistas.

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Un ejemplo de ello es la Catedral de Saint Lawrence, mezcla de elementos góticos, románicos e incluso barrocos. La misma tiene una portada espléndida en sus detalles, de talla románica, obra de Radovan, su hacedor. En la misma las reliquias religiosas, no faltan tampoco. La tumba del Beato Iván Ursini atrae nuestra atención, por su riqueza, sus ángeles custodios y su fineza en la representación. La Catedral va quedando atrás con un punto de luz sobre su torre. Y empiezan a llamar nuestra atención los rostros de las gentes de Trogir.

Rostros que dejan entrever los muchos pueblos que alguna vez la poseyeron. Desde los griegos a los italianos, pasando por los austro húngaros o los yugoslavos en la historia más reciente. Y todo ello, hasta llegar al 1991, año en que formaron parte de una Croacia independiente. Y a partir de ese momento, empezaron a conformar su propia identidad, simbiosis de muchas identidades que les fueron construyendo. Todas ellos caracterizadas por la amabilidad, la tranquilidad y el espíritu comerciante. Esto te te invitan a intimar con ellos, tal vez en una de sus konobas. Así se denominan sus típicas tabernas, de las que tal vez asome una insinuante dama de labios rojos, que con su mirada te sugiera al oído que lo mejor es quedarte.

Reliquias de la Catedral de Saint Lawrence. Fotografía: Patricio Realpe
Gentes de Trogir charlando en las calles. Fotografía: Patricio Realpe
Rostros en Trogir. Fotografía: Patricio Realpe
Fotografía: Patricio Realpe

Casco antiguo de Trogir y Split

Seguro que podría recorrer la pequeña Trogir en menos de dos horas. Sin embargo, su atractivo croata hace que, casi inmediatamente que bajo del autobús y me adentro en su caso antiguo, me nazca un deseo irrefrenable de parar el tiempo. Para después perderme en los patios de sus casas, fácilmente accesibles. Y es que por sus viejas puertas de madera entreabiertas invitan a las miradas curiosas. También lo hacen sus ventanas entornadas, cubiertas con blancos visillos, que te conducen a otra época, donde existe una placidez que no quieres abandonar. Sus cafecitos, sus helados no dejan de tentar mi caminar tranquilo, volviéndome a conectar con el bullicio de los tiempos modernos.

Y llega el momento de regresar, de salir de esta ensoñación, para llegar a Split. La que fue ciudad de Diocleciano, emperador romano del siglo IV, cuyo palacio ocupa todo su casco antiguo. Aunque hoy está tomado por los turistas, todavía deja espacio para perderse en medio de recovecos y calles medievales, de claustros de estilo gótico, o casas del Renacimiento. Aunque aquí, lo que atrajo nuestra atención fue su mercado con productos mediterráneos. En el mismo los agricultores vendían orgullosos al turista que se pasea sus cultivos. Todavía recuerdo aquella seljanka, campesina en croata, que nos ofrecía una ristra de ajos, hermosamente entrelazados.

Me queda la sensación de que debemos volver con más tiempo para disfrutar de Trogir y Split, perdernos, mientras retratamos, en sus laberintos de gente amable y en sus playas escondidas, con aguas de color dálmata.

Casco antiguo en Split. Fotografía: Patricio Realpe
Seljanka croata con su ristra de ajos. Fotografía: Patricio Realpe
Majestuosa Catedral de Saint Lawrence. Fotografía: Patricio Realpe
Fotografía: Patricio Realpe
Callejuela empedrada del casco antiguo de Trogir. Fotografía: Patricio Realpe
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