Crecí junto al mar, es mi vida. No es un pedazo de agua, sino algo que va más allá. Es la sangre de todos nuestros ancestros y también el lugar de donde sobrevivimos
No fui arrullada con canciones de cuna, sino con cantos guerreros.
Concejala comca’ac. Comunidad Desemboque de los Seris, Sonora
El atajo a Desemboque de los Seris es un enorme jardín repleto de saguaro, cinita y pitaya, que los jóvenes comca’ac decidieron esconder para mantenerlo vivo. Por aquí no pasa nadie que no sea de la comunidad o invitado por ella. Gabriela Molina va al volante. Está desvelada porque el día anterior a nuestro encuentro enfrentó, junto a sus compañeros de la Guardia Tradicional, a un grupo de delincuentes que robaban el fruto de la pesca. En lancha y armados los persiguieron durante la madrugada, lograron detenerlos y los entregaron al Ministerio Público. La estampa retrata a esta Concejala de cuerpo entero. Lo mismo porta un chaleco negro y enfunda un arma como parte de la Guardia, que viste una larga y colorida enagua adornada con grecas hechas con listones, parte del traje tradicional de la nación comca’ac.
Con las aguas del Golfo de California de fondo, sentada en una pequeña silla de madera, Gabriela deshilvana con soltura las desgracias de este pueblo milenario, de los primeros, dicen, que poblaron Mesoamérica. Además del acecho de la delincuencia, los comca’ac, como el resto de los pueblos, naciones y tribus indígenas de México, enfrentan las amenazas de empresas mineras que se imponen en el territorio. Hace cuatro años, cuenta Gabriela, “llegaron los mineros a amenazarnos con armas”, porque así llegan estos proyectos a las comunidades. “Aceptas o te encañonan”. Los comca’ac decidieron que ni una ni otra. Y siguen resistiendo…..para seguir leyendo revisa Desinformémonos
Espacio con información del campo, los barrios, los centros de estudios, las fábricas y las comunidades indígenas. Un espacio de las calles y llanos, con testimonios de hombres y mujeres invisibles para los grandes medios de comunicación masiva: migrantes, indígenas, refugiados, artistas, trabajadoras sexuales, niños y niñas que viven en las calles, campesinos, obreros, estudiantes y un largo etcétera conformado por las clases desposeídas, Los Nadies, como los nombra el escritor uruguayo Eduardo Galeano.