“Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros” G. Marx.
La democracia es un mecanismo que permite el error. Las elecciones francesas son el ejemplo claro que, aún en el escenario donde los ciudadanos se ven en la situación de elegir lo “menos malo”, queda la posibilidad de controlar las consecuencias. Después de una primera vuelta muy apretada entre cuatro candidatos, quedan solo dos representantes de la derecha para disputar la presidencia de Francia. De estas elecciones quedan los cuestionamientos sobre la derrota de la izquierda tradicional y la izquierda populista, además de la impresionante fuerza que tiene un discurso anti-sistema, sin importar lo reaccionario y cercano al fascismo que pueda ser.
En la primera vuelta, Jean-Luc Mélenchon, exsocialista y candidato por la plataforma política Francia Insumisa, obtuvo un impresionante 19% de votos, muy por delante del 6% del Partido Socialista Francés. Delante de él quedaron Fillon (20%), del Partido Republicano francés y ex primer ministro durante la presidencia de Sarkozy, Marine Le Pen (21,3%) del Frente Nacional y Emmanuel Macron (24%), del recientemente fundado partido En Marcha. Estos dos últimos candidatos disputarán en pocas horas la presidencia de Francia.
Es llamativo que, de los cuatro candidatos más votados en primera vuelta, tres de ellos plantean posiciones radicales de cambio frente a la política tradicional. Mélenchon con una coalición de partidos de izquierda no alineados con el tradicional Partido Socialista, y con un discurso de cambio social. Le Pen, si bien apoyada en el partido de extrema derecha fundado por su padre Jean-Marie Le Pen en los 70’s, plantea un discurso radical contra los migrantes, anclado en la reivindicación del nacionalismo francés y con clara oposición a la permanencia dentro de la Unión Europea. Finalmente, Macron se presenta a las elecciones con un partido fundado hace menos de un año y con promesas que buscan satisfacer a todos, sin importar las contradicciones ideológicas que pueda tener.
¿Qué nos dice esto sobre el escenario político francés y europeo? Parece que la principal constatación es que la democracia como régimen político está en disputa constantemente, no solamente para ganadores o perdedores de cada elección. Esto implica que no se puede dar por sentado que ciertas “victorias” de la democracia, como los derechos políticos y la igualdad o equidad, son perennes. El hecho de que una plataforma política como la que propone Le Pen llegue tan lejos implica que hay algo en el fondo de la cultura política que no es congruente con un sistema democrático. Probablemente esto tenga que ver con los efectos de la recesión económica atribuida una globalización voraz, antes que con valores antidemocráticos. Sin embargo, es el gatillo perfecto que puede llevar a la presidencia de uno de los países centrales de Europa a una lideresa con posiciones de extrema derecha, claramente racistas y nacionalistas.
Macron, por su parte, se presenta con una mixtura de propuestas de izquierda y de derecha liderando un partido novísimo, lo que se ha llamado una organización trans-partidista. Este fenómeno puede mirarse como una actualización de los viejos partidos de centro que tenían posiciones ambiguas y cuyo interés no era ideológico sino la permanencia en el poder. Es la representación casi perfecta de la conocida frase de Groucho Marx “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. En cualquier caso, la diferencia fundamental con Le Pen es que Macron no busca el apoyo popular mediante la polarización de la sociedad, sino con la integración de propuestas (muchas veces contradictorias entre sí). Pero si se mira con detenimiento, en temas económicos, por ejemplo, Macron propone medidas de liberalización que lo ubican más a la derecha que al centro del espectro político.
Las últimas encuestas [http://www.telegraph.co.uk/news/2017/05/06/french-elections-2017-polls-odds-tracker/] dan más de 20 puntos de ventaja a Macron sobre Le Pen. La amenaza de un gobierno de extrema derecha y antieuropeo ha logrado que muchos de los apoyos de los demás candidatos vayan a Macron. Sin embargo, después de lo ocurrido en Brexit y en la elección de Trump, las encuestas no son garantía de nada. Por suerte, Francia cuenta con otro mecanismo para corregir un posible error que puede ser nefasto: las elecciones legislativas ocurren un mes después de las presidenciales. Así que, si en democracia hay lugar para reparar errores, el sistema francés es el mejor ejemplo de ello.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador