Written by: Destacadas Opinión Política

CRISIS EN ECUADOR. EL DÍA DESPUÉS

El racismo, el clasismo y la xenofobia más profunda afloró en redes durante las protestas en Ecuador. Eso abre una peligrosa oportunidad para plataformas políticas de extrema derecha y fascistas

LEVANTAMIENTO INDÍGENA
Fotografía: Franklin Jácome/Agencia Press South

Julián Martínez

Once días después de iniciadas las protestas en Ecuador, y casi al cerrar la fase de una negociación final,  es necesario pasar a limpio y hacer un balance de lo sucedido.

¿Quiénes fueron?  Batalla a tres bandos

Una de las grandes preguntas siempre fue, quiénes estaban detrás de las movilizaciones. Luego de que se haya disipado el gas y se hayan recogido las piedras, queda bastante claro cuales eran los bando que protagonizaron esta coyuntura.

Por un lado estaba el gobierno decidido a aplicar la receta del FMI, cobijado por la derecha empresarial y la burguesía nacional. Viejos conocidos dándose palmadas en la espalda: Nebot, Lasso, Arosemenas, etc. Esta vez contaron con el apoyo de una clase media digitalizada que apoyaba por teléfono las medidas.

Por otro lado el pueblo indígena, movilizado desde el interior del país y apoyado por buena parte de la población quiteña. Ellos sostuvieron la lucha durante todos estos días, aunque cometieron el error de no desmarcarse clara y eficientemente de los grupos violentos e infiltrados que manchaban la protesta. Finalmente, el grupo correísta que pescaba a río revuelto, generando caos y queriendo aprovechar la situación y la lucha indígena.

Hay que señalar la organización miliciana que manejaban las huestes correístas. Convirtieron las ciudades en campos de batalla, tomando e incendiando instituciones como Contraloría y generando hechos de violencia nunca vistos en las protestas en Ecuador.

Además de un manejo estratégico de elementos infiltrados para menoscabar la protesta indígena y evitar que se llegue a un acuerdo con el gobierno. Como actor de reparto estuvieron los gremios de transporte, que salieron rápidamente de la escena al conseguir su tajada y la protección para su feudo.

Levantamiento Indígena
Fotografía: Franklin Jácome/Agencia Press South

¿Qué pasó? Estrategias

Debido a la mala comunicación, tanto del gobierno como de las organizaciones indígenas que estaban en protesta, hubo mucha confusión sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Desde una perspectiva de distancia (temporal y espacial) los hechos ocurridos durante las movilizaciones de octubre se pueden apreciar con un poco menos de ruido. Después del anuncio sobre las medidas económicas que hizo el presidente, varios gremios y organizaciones empezaron a reclamar.

El principal asunto era la subida de combustibles. Los primeros en protestar fueron los transportistas, quienes también fueron los primeros en negociar y sacar su parte para retirarse. A la vez, diferentes organizaciones indígenas empezaron a protestar y marcharon hacia Quito. Moreno, en una jugada estratégica declaró estado de emergencia y mudó el gobierno a Guayaquil.

Algo nunca antes visto en la historia reciente del Ecuador. Esto le permitió dos cosas. Primero, ganar tiempo. Al dejar descolocados a los manifestantes pudo reorganizar sus fuerzas, gabinete y alianzas. Los indígenas debían decidir si marchar a Guayaquil, quedarse en Quito, o retirarse. Los recursos del movimiento no son ilimitados y a costa de perder fuerza, una parte se movilizó a Guayaquil y otra hacia Quito. La segunda cosa que ganó Moreno al mudarse a Guayaquil fue consolidar las alianzas con los sectores de la derecha que apoyaban las medidas.

Gente como Nebot, Lasso, y otros salieron a defender las medidas y al Gobierno de Moreno. La alcaldía de Guayaquil, de hecho, propuso proteger la ciudad de las huestes indígenas que venían marchando. Sin embargo, Moreno no podía quedar allí para siempre. Mientras todo esto ocurría, las milicias correístas se propusieron sembrar el caos. Los incendios seguidos de Contraloría daban una clara muestra de que unas personas luchaban por las medidas económicas, y otras intentaban atacar las instituciones para tapar la corrupción.

Los indígenas se reorganizaron en Quito y aunque tarde, muy tarde, se desmarcaron de las milicias correístas y sus demsanes. La sociedad quiteña apoyó la legítima protesta, pero el gobierno arremetió con todo. Durante tres noches seguidas se bombardeó los albergues de los manifestantes, declarados como zonas de paz, mientras por la mañana se llamaba al diálogo.

La represión iba en aumento cada día de manifestación y se llegó hasta declarar los toques de queda, como en las épocas de dictaduras militares, tan ominosas para los pueblos de América Latina. Finalmente, después de once días, con varios muertos, decenas de heridos, miles de detenidos, y la creciente presión de los movilizados y de la ciudadanía en general para que terminen la protestas, el gobierno aceptó negociar y revisar las medidas económicas.

Levantamiento Indígena
Fotografía: Franklin Jácome/Agencia Press South

¿Qué nos queda? Perspectivas

Usualmente, en un balance de situaciones políticas se menciona los ganadores y perdedores. Pero en Ecuador parece que ha perdido todo el mundo. De los 3 actores principales de este conflicto se puede ver que el gobierno quedó totalmente debilitado y mostrando su lado más inepto para manejar una situación de crisis social.

Dar marcha atrás con el decreto 883 es una derrota no solo ante el pueblo indígena, sino tante sus aliados de la burguesía local y ante el mismo FMI que condicionaba el crédito a la implementación de las medidas. La movilización indígena demostró que cuando hay un problema económico causado por el mal manejo de los políticos, lo deben arreglar los políticos sin afectar al pueblo.

Las medidas populistas tienen que tener responsabilidad para los líderes populistas que las implementaron y no para el pueblo al que ilusionaron con ellas.

La participación de autoridades de gobiernos locales, como los alcaldes de Quito y la alcaldesa de Guayaquil, o los prefectos del Azuay, ha demostrado una falta de liderazgo monumental. Desde ausencia total, como el alcalde Yunda, hasta la sumisión de Viteri al liderazgo de Nebot, pasando por la parafernalia del prefecto Pérez, que olvidó que su rol como autoridad es facilitar soluciones y no aupar problemas. Las autoridades locales han sido grandes perdedores de legitimidad en estas movilizaciones. Lo mismo ha ocurrido con la Asamblea Nacional, que ha cumplido un papel deleznable sin tomar acciones ni responsabilidad sobre las medidas económicas o la crisis política que vivió el país.

También ha quedado demostrado sin ningún tipo de duda que lo que buscaban las milicias correístas era la desestabilización del país. Correa desde Bélgica arengaba para que se convoque a eleccciones desde el primer día de movilizaciones, en una actitud totalmente antidemocrática y oportunista.

Al quedar en evidencia las acciones violentas y delincuenciales de los correístas, destruyendo evidencia en Contraloría y pidiendo nuevas elecciones, queda claro para todo el país en dónde están sus intereses y cuánto les importa la estabilidad y paz social.

Finalmente, el sabor agridulce que le queda al movimiento indígena es que si bien se logró avanzar sobre las medidas de austeridad, mostraron también un mal manejo en cuanto a comunicación, lenta capacidad de reacción ante nuevos escenarios y nuevos actores, y deficientes estrategias para lidiar con ello.

También quedan abiertos escenarios nuevos en la política ecuatoriana. El primero de ellos es el renacimiento o rememoramiento de la fuerza histórica que tiene el movimiento indígena en el Ecuador. Ningún actor político ha tenido tanta fuerza durante tanto tiempo. Ni siquiera después de tantos años de represión y ninguneo correísta han desaparecido de la historia política del Ecuador.

Quien los dio por muertos y enterrados se equivocó, porque como ellos mismo dicen, son semilla. Queda por ver cómo se estructuran los nuevos liderazgos y cómo se hace depuraciones al interior, sobre todo de cara a los procesos electorales de 2021. El segundo es dentro del propio gobierno. Si es que hay voluntad política real de acabar con el correísmo, deberían empezar una depuración por dentro.

Las milicias y la estructura del nefasto ex-mandatario estuvieron a punto de llevar al país a un lugar crítico en su democracia y en ese camino, garantizar la impunidad de los más grandes actos de corrupción de la historia reciente. Desestructurar la mafia del correísmo, dentro y fuera, es tarea primordial para el gobierno en el tiempo que le queda.

Y finalmente, las manifestaciones demostraron una vez más que Ecuador es un país donde la otredad y la diferencia se viven como una guerra irreconciliable.

El racismo, el clasismo y la xenofobia más profunda afloró en redes durante las protestas en Ecuador. Eso abre una peligrosa oportunidad para plataformas políticas de extrema derecha y fascistas, tal como ha ocurrido en otros países donde se ha capitalizado el odio y el rencor social hacia el otro, hacia el diferente, hacia el pobre y el extranjero. Con un poco de suerte, veremos partidos de derecha “moderada” participar en las próximas elecciones, pero que no nos sorprenda que un Bolsonaro local quiera capitalizar el rencor de las clases medias conservadoras contra el resto de la población.

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