Hace dos semanas le fue revocado el asilo político y la ciudadanía ecuatoriana a Julian Assange, quien se encontraba en la embajada ecuatoriana en Londres. Pasada la euforia inicial por la polémica decisión del estado ecuatoriano hay bastante tela que cortar en frío, sobre todo cuando se trata de las posibles consecuencias de estos eventos para la política local en Ecuador.
Lo primero que se debe decirse es que la situación de Assange no podía seguir ad infinitum. El estado ecuatoriano debía tomar una decisión tarde o temprano y el asilo en la embajada ecuatoriana en Londres hace tiempo se convirtió de facto en una cárcel para Assange. Sin embargo, la manera desastrosa del gobierno de Moreno para dar salida a la situación del informático ha dado pie para generar enfrentamiento entre algunas posiciones políticas en el país. Y no solo eso, sino que ha avivado la presencia de Correa en el tablero político local, quien cada vez se hace más relevante a medida que se acerca el siguiente período electoral. Esta es precisamente una de las consecuencias de lo ocurrido con Assange.
La división de las posiciones locales en torno a un asunto de política exterior no es algo extraño. Pero en el caso Assange se puede ver que hay un obvio aprovechamiento por parte de actores afines al correísmo para empezar a construir lo que podría ser una campaña para el regreso de Correa, a la vez que se intenta debilitar al actual gobierno. Los eventos no ocurren aisladamente y la aparición de los llamados INA Papers, donde se acusa a Moreno y sus allegados de tener dinero en empresas offshore, ocurren casi a la par de las maniobras económicas del gobierno, acuerdos con el FMI y despidos en el sector público; pero también a la par que se reabren investigaciones contra exfuncionarios del gobierno de Correa (en este momento Ricardo Patiño, Canciller durante el gobierno de Correa, se encuentra prófugo). El asunto de Assange se ha usado como una munición más en medio de esta avalancha de acusaciones entre los bandos de Moreno y Correa.
De hecho, si se mira hacia atrás, desde la llegada de Moreno a la presidencia no han parado las vendettas entre altos cargos de gobierno y se han destapado múltiples acusaciones de corrupción. En lugar de debilitar al bando correísta, estas batallas han marcado el tono político del debate en Ecuador, dándole mayor relevancia al expresidente. Como consecuencia, nuevamente el tablero político está dibujándose en clave correísmo versus anticorreísmo, y al único que le conviene eso es al propio Correa. Los movimientos sociales y otros actores políticos fuera de los círculos de actuales y ex miembros de Alianza País se ven en la situación de tener que pronunciarse y avivar más una disputa inútil.
Así, Assange pasa a ser una pieza interesante en este juego porque el portal de Wikileaks es donde se han filtrado los mencionados INA Papers. Es razonable pensar que esa filtración tendría repercusiones para Assange debido a su rol en Wikileaks. Algo así como morder la mano de quien te da de comer. La pregunta es, por qué aceptar participar en la filtración, sabiendo que las consecuencias podían implicar la salida de la embajada y su posible deportación a un tercer país donde los cargos y las penas son extremadamente mayores. Es posible que Assange hubiera accedido con alguna garantía de parte de Correa o sus allegados, y haya sido traicionado. Así, Correa sacrificó una pieza clave en esta guerra para poder descalificar al gobierno de Moreno y reaparecer en la vida política del país.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador