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MUJERES RURALES TEJIENDO CUIDADO Y MOVILIZACIÓN EN ECUADOR

El 76% del trabajo no pagado en el mundo lo hacen las mujeres. En Ecuador somos las que realizamos en promedio 31 horas semanales de trabajo no remunerado, mientras que los hombres únicamente destinan 9 horas a la semana. Pero entre las mujeres; las que viven en las áreas rurales del país, son las que más trabajan: si nosotras en la ciudad destinamos 17 horas semanales, en el campo, las mujeres entregan 25 horas de su tiempo al trabajo reproductivo.

Las mujeres rurales son las que más trabajan en Ecuador, la actual crisis que ya no solo es de cuidados, sino de sostenibilidad de la vida.
Las mujeres rurales son las que más trabajan en Ecuador, la actual crisis que ya no solo es de cuidados, sino de sostenibilidad de la vida. Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos.

MUJERES RURALES TEJIENDO CUIDADO Y MOVILIZACIÓN[1]

Tamara Artacker, Alejandra Santillana Ortiz y Belén Valencia Castro[2]

En este mes y medio de encierro obligado, las medidas de gran parte de los gobiernos en el mundo, ponen en evidencia la crisis estructural a la que asistimos. Crisis que ya no solo es de cuidados, sino de sostenibilidad de la vida. Antes de la pandemia, en esa normalidad que el poder defiende, la vida ya estaba amenazada por el capitalismo, el patriarcado y el racismo. Pero es en este momento, en donde el capitalismo pandémico y brutal, también se muestra como un orden histórico que ha dejado de ser inevitable. Éste es el tiempo que nos muestra con mayor claridad que es posible una vida más justa no basada en la acumulación, la violencia, los intereses de las élites y el despilfarro.

Tal vez si pensáramos y decidiéramos juntxs lo común y lo más necesario para la mayoría de la población, lo impredecible de este tiempo podría ser simultáneamente “la apertura de un nuevo posible contra lo inevitable” (Bifo, 2020)[3]. Un nuevo posible que es por ahora un ensayo, que no está cerrado, que no controla todo. Es en la incertidumbre como principio de la realidad actual, y en lo inacabado como ética de la transformación donde toman lugar las experiencias y reflexiones de mujeres rurales, campesinas e indígenas que habitan la ruralidad en Ecuador y que alimentan estas reflexiones escritas a tres manos.

¿Cómo ocurre la reproducción social en las economías campesinas en contextos de crisis sanitaria global como el que estamos viviendo?. ¿Qué nos dice el cuidado en tiempos de parálisis relacional?. ¿Qué significados tienen las experiencias concretas que las organizaciones indígenas y campesinas y las mujeres rurales, han desplegado para transitar la crisis y emergencias sanitarias en tiempos de pandemia?

Mujeres Rurales: “Lo que hemos hecho como organización y seguiremos haciendo es aprovechar este difícil momento para poder fortalecer el valor a la tierra, el territorio y el poder sembrar."
Mujeres Rurales: “Lo que hemos hecho como organización y seguiremos haciendo es aprovechar este difícil momento para poder fortalecer el valor a la tierra, el territorio y el poder sembrar.» Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos.

Hablar, pensar, hacer: los cuidados sostienen el mundo

El 76% del trabajo no pagado en el mundo lo hacen las mujeres. En Ecuador somos las que realizamos en promedio 31 horas semanales de trabajo no remunerado. Mientras que los hombres únicamente destinan 9 horas a la semana. Pero entre las mujeres rurales; las que viven en las áreas campesinas del país, son las que más trabajan. Si nosotras en la ciudad destinamos 17 horas semanales, en el campo, las mujeres rurales entregan 25 horas de su tiempo al trabajo reproductivo.

Limpiar; lavar platos, ropa, baños; cocinar al menos tres veces al día. Alimentar y pastar animales. Trabajar en la chacra. Atender las tareas de lxs wawas y asistir a las sesiones para padres y madres en las escuelas. Deshierbar; participar en las mingas y reuniones de las organizaciones; escuchar, aconsejar, cuidar de los esposos, la familia, lxs amigxs, lxs vecinxs. Ser guardianas de las semillas y la soberanía alimentaria; criar el agua en los pajonales de los páramos, proteger los ríos…

Nuestro trabajo es el “corazón invisible” (Fraser) que produce valor pero que carece de expresión monetaria en el mercado capitalista. Es lo que atiende una necesidad material o afectiva. Ese mundo que genera el valor que permite que todos los otros trabajos puedan seguir, y que garantiza que comamos, descansemos, estemos en espacios limpios, tengamos ropa lavada, etc. es aquel que la economía feminista alumbra.

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La economía feminista -dice Amaia Pérez Orozco- “es una teoría económica y es también acción” porque a la vez que cuestiona los postulados de la teoría económica tradicional que fomenta las desigualdades entre hombres y mujeres, al invisibilizarlas, propone alternativas para la “manera de producir, intercambiar, consumir y cuidar que desafíe las relaciones de dominación y ponga la vida en el centro” (Pérez Orozco 2018).

En ese sentido, la economía feminista muestra la complejidad en las que se teje la economía en el modo de producción capitalista. Y al mismo tiempo va encontrando en las experiencias existentes otros principios organizativos que se vuelven pistas para imaginar nuevas relaciones, y sin duda, otra economía.

Mujeres Rurales: El 76% del trabajo no pagado en el mundo lo hacen las mujeres. En Ecuador somos las que realizamos en promedio 31 horas semanales de trabajo no remunerado.
Mujeres Rurales: El 76% del trabajo no pagado en el mundo lo hacen las mujeres. En Ecuador somos las que realizamos en promedio 31 horas semanales de trabajo no remunerado. Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

Son varios los elementos que aporta la economía feminista anticapitalista a la teoría económica y a los horizontes emancipatorios. El cuestionamiento al hombre económico por excelencia (blanco, heterosexual, joven, racional y propietario privado); la crítica a la idea de escasez que ya planteó el marxismo y a la hegemonía del modelo matemático como única fuente de conocimiento. Y junto a esta interpelación mordaz; plantea la necesidad de una mirada de la totalidad y complejidad del orden social y el funcionamiento del sistema, el enfoque interseccional, el fin de la economía como parte del sostenimiento de la vida y no de la acumulación, el papel de las relaciones de poder y la ética, los saberes plurales, las relaciones de reciprocidad y solidaridad también presentes en el mundo social; el vínculo con la naturaleza y la pluralidad vital; la interdependencia de la vida humana y no humana; entre otros.

Muchos de estos postulados son compartidos por otras economías alternativas, pero es quizás la incorporación del trabajo doméstico y de cuidados a la economía, su análisis y argumentación; lo que distingue a la economía feminista de otras. Es decir, la explicación de que el mundo funciona a partir del flujo permanente entre trabajo productivo y trabajo reproductivo porque vuelve a conectar las distintas esferas de vida sin jerarquizarlas.

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Los planteamientos de la economía feminista dialogan de este modo, con las economías campesinas en donde el trabajo productivo y el trabajo reproductivo están entrelazados. Al no estar necesariamente atravesadas por un salario, las actividades para la reproducción confluyen con las actividades de la producción agropecuaria campesina.

El trabajo familiar es la base de la economía campesina que además está inseparablemente interrelacionada con la tierra, que no es únicamente medio de producción, sino base para la reproducción de la vida. Desde la vivencia de esta interrelación nace una comprensión más holística del mundo vivo y de la interdependencia de los seres humanos.

Mujeres Rurales: “Ahora en las comunidades se están haciendo las ferias solidarias. No solamente el dinero es importante. Sino que se puede intercambiar. Nosotros decimos hacer trueques.
Mujeres Rurales: “Ahora en las comunidades se están haciendo las ferias solidarias. No solamente el dinero es importante. Sino que se puede intercambiar. Nosotros decimos hacer trueques. Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

Pero es necesario tomar en cuenta que no existe una sola forma de economía campesina, esta además se encuentra en un proceso de cambio debido a las condiciones y presiones capitalistas. Sin embargo, resalta su persistencia histórica y su relativa autonomía debido a su capacidad de subsistencia y a las relaciones comunitarias en las que se encuentra anclada, lo que se hace más visible en momentos de crisis e incertidumbre como éste. Si hay algo que determina la vida de lxs campesinxs, es el carácter imprevisible a la que se ven ancladxs y por consecuencia, su anhelo constante de seguridad y certidumbre[4].

En tiempos de pandemia, donde el tiempo de cuarentena se alarga sin horizontes claros, y el Estado ecuatoriano favorece a las grandes cadenas comerciales y empresas de alimentos, mientras recorta presupuesto, aplica medidas fondomonetaristas y paga la deuda externa, ¿cómo atraviesan lxs campesinxs la incertidumbre de estas semanas? ¿Qué estrategias caminan mientras se pone a prueba su búsqueda por estabilidad y certeza?

Mujeres Rurales: ¿cómo atraviesan lxs campesinxs la incertidumbre de estas semanas? ¿Qué estrategias caminan mientras se pone a prueba su búsqueda por estabilidad y certeza?.
Mujeres Rurales: ¿cómo atraviesan lxs campesinxs la incertidumbre de estas semanas? ¿Qué estrategias caminan mientras se pone a prueba su búsqueda por estabilidad y certeza?. Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

En el Estado del abandono: organización comunitaria

La ausencia de un proyecto campesino, popular y plurinacional en el Ecuador ha sido una constante histórica; el Estado nunca ha sido garantía de algo, han sido las organizaciones y los pueblos quienes han gestionado la vida en el campo. En medio de una pandemia, esta condición histórica no ha cambiado, son las familias, lxs vecinxs, las dirigencias, las organizaciones, las comunidades quienes han tomado la soberanía de sus territorios para paliar, con varias estrategias, estos momentos de crisis.

Tres son las estrategias que nos cuentan las voces de las mujeres rurales entrevistadas: 1) el control del ingreso de personas en las comunidades; 2) la producción para la reproducción de la vida material y espiritual organizada bajo principios de solidaridad; y 3) el fortalecimiento de las redes solidarias y comunitarias a cargo fundamentalmente de las mujeres, a través del trueque entre comunidades y huertos, facilitando el abastecimiento de alimentos variado de las familias como parte central de la salud.

Por un lado, controlan el ingreso de las personas que vienen de la ciudad[5], decisión que no parte del temor al otrx, sino del cuidado al pueblo al que el Estado no le garantiza nada, ni vida digna, ni muerte digna. Aquí la frontera comunitaria y el control no existen para denigrar, desvalorizar o segregar, sino que se presentan como medidas frente a la precarización del sistema de salud pública; a la falta de estrategia del Estado para implementar educación en cuarentena que incluya las condiciones de la ruralidad; y al abandono estatal de la producción y comercialización de la agricultura familiar campesina.

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“… las comunidades tienen todo su derecho a cerrarse. Ellos han entregado tantos años de su producción a la ciudad y tienen todo el derecho de protegerse. Hay campesinos que han decidido no salir y ya no llegan sus productos. Cada vez incrementan más ese tipo de medidas.” ( Entrevista a  Ximena Porras, artesana de “AYA Orgánica”, 6 de abril de 2020)

Tras controlar el ingreso y evitar los daños que una falta de control podría traer; la población del campo crea estrategias para que lxs hermanxs de la ciudad no se queden sin alimentos, y de esta manera contribuyen a que la población urbana refuerce su sistema inmunológico a través del consumo de alimentos sanos y frescos de producción campesina. Además, envían plantas medicinales antisépticas que permitan un poco de protección, y es que saben que muchxs no tienen acceso a insumos de aseo y antisepsia.

El encierro obligado y las disposiciones de la cuarentena han llevado  restricciones de la vida social, comercial y cultural y han abierto la posibilidad de que se produzcan cambios en las estructuras organizativas y en la pirámide de las prioridades que percibimos en la vida. En consecuencia, el momento de desconexión obligatoria en algunos ámbitos abre paso a nuevas re-conexiones y la visibilización de los reales sustentos de la vida. Las mujeres rurales por ejemplo, relatan el fortalecimiento de las redes solidarias en momentos de crisis. El temor a la expansión de la enfermedad y al contagio, las lleva no a aislarse, sino a intensificar el cuidado por los seres cercanos, la familia, lxs vecinxs, la comunidad.

Mujeres Rurales: “Hay que seguir cultivando la tierra, es tan importante seguir estando en contacto con los cuatro elementos de la vida. Es clave para nosotros tener ese respeto a la naturaleza, y también la solidaridad con los otros seres humanos."
Mujeres Rurales: “Hay que seguir cultivando la tierra, es tan importante seguir estando en contacto con los cuatro elementos de la vida. Es clave para nosotros tener ese respeto a la naturaleza, y también la solidaridad con los otros seres humanos.» Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

“Lo que hemos hecho como organización y seguiremos haciendo es aprovechar este difícil momento para poder fortalecer el valor a la tierra, el territorio y el poder sembrar. Siempre hemos estado sembrando un 80% para el mercado, ahora es voltear la tortilla y decir “vamos a sembrar para comer nosotros. Hemos dicho aprovechemos este tiempo que están suspendidas las clases porque los niños, los jóvenes, están yendo a la finca con sus papás a sembrar .” (Entrevista a Nancy Bedón, presidenta de la  Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas, 7 de abril de 2020)

Frente a la imposibilidad de que sus productos campesinos se comercialicen en otros territorios, practican el trueque entre compañeras: lo que no hay en sus huertos reciben de otras y ellas a su vez comparten lo que otras familias no tienen, y así facilitan el abastecimiento variado de alimentos entre las comunidades. Este intercambio no responde a valores económicos que dicta el mercado, ni al valor impreso en un billete; es un intercambio que se rige por el valor de uso, las necesidades y el lazo de solidaridad que se establece entre las personas.

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“Ahora en las comunidades se están haciendo las ferias solidarias. No solamente el dinero es importante. Sino que se puede intercambiar. Nosotros decimos hacer trueques. O sea cambiar productos: si yo tengo cebolla y otros tienen papa se puede intercambiar. En la comunidad todavía existen esos valores de solidaridad donde  funciona distinto. No es que yo tengo un dólar de cebolla y entonces me debes dar dólar de papa, no. No es la cantidad, sino es el gesto que tienen de parte y parte.” (Entrevista a Diocelinda Iza del Movimiento de Mujeres Populares Luna Creciente, 1 de abril de 2020).

Una de estas necesidades es la salud, a la que las mujeres campesinas buscan fortalecer a través de la buena alimentación y de la puesta en práctica de los saberes ancestrales. Tanto la salud como la alimentación están tradicionalmente en manos de las mujeres rurales, y forma parte de su trabajo de cuidados. Este momento de expansión del COVID-19, visibiliza la manera integral en la que las mujeres campesinas entienden la producción, la alimentación y la salud: son tres ejes interconectados que nacen en su vínculo con la tierra.

De esta manera, 1) la producción es la actividad fundamental para la reproducción de la vida, tanto de la familia, del círculo ampliado de consumidorxs, como también del entorno vivo, es decir a través del cuidado del suelo, del agua, de los animales, las semillas; 2) la alimentación como conexión entre producción, salud y cuidados, y no únicamente como lo vende el el sistema agroalimentario capitalista, un bien de “consumo”; y 3) la salud, comprendida en su dimensión interdependiente: lo que consumimos y el equilibrio y bienestar del entorno[6].

"Lxs niñxs y jóvenes al no poder recibir educación formal porque no acceden a internet, están junto a sus familias labrando, sembrando, cultivando, dando valor a la tierra y al agua, mientras aprenden sobre injusticias e historia del movimiento."
«Lxs niñxs y jóvenes al no poder recibir educación formal porque no acceden a internet, están junto a sus familias labrando, sembrando, cultivando, dando valor a la tierra y al agua, mientras aprenden sobre injusticias e historia del movimiento.» Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

Eso significa, aún más en tiempo de pandemia, al cuidado de lxs otrxs y de la naturaleza. Las mujeres campesinas nos muestran que cuidarse entre todxs es la mejor manera de también cuidarse ellas mismas. Y que un entorno sano es la base para la salud colectiva e individual. Esta visión holística de la relación con la tierra se asienta en la comprensión de nosotras mismas como seres interdependientes. Somos nuestro entorno social y somos también nuestro entorno natural.

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“Hay que seguir cultivando la tierra, es tan importante seguir estando en contacto con los cuatro elementos de la vida. Es clave para nosotros tener ese respeto a la naturaleza, y también la solidaridad con los otros seres humanos, la familia, la comunidad. Porque nosotros no estamos solos en este planeta, solamente somos un grano de arena en este gran mundo.” (entrevista a Rosa Murillo, productora agroecológica de Imbabura, 6 de abril de 2020).

Quizás un elemento que vemos con mayor claridad en estas semanas, es que en esa articulación producción, salud y alimentación, hay espacio para otras formas de transmitir saberes y conocimientos. La familia en el campo y sobre todo en las comunidades indígenas construyen sus formas de resistencia y revalorización de la vida.

Lxs niñxs y jóvenes al no poder recibir educación formal porque no acceden a internet. Están junto a sus familias labrando, sembrando, cultivando, dando valor a la tierra y al agua, mientras aprenden sobre injusticias e historia del movimiento. Al compartir se abre un espacio para re-activar saberes que en la “normalidad” de la aceleración y la educación normada ya no encuentran tiempo ni lugar.

Así mismo, lxs ancianxs son la fuente de sabiduría y enseñanza, no dejan de investigar y compartir sus saberes para enfrentar estas crisis; el valor de lo que la pandemia nos puede dejar es el valor de lo que podemos compartir para resistir.

“Sembrar, te siembra” dice un compañero que cultiva para producir aceite medicinal, y es que “la naturaleza es usualmente recíproca, le entregas y te entrega, por eso lxs viejitxs, a pesar de que lo que venden no representa mucho económicamente, no dejan de sembrar, porque hay algo indescriptible cuando siembras, y es la esperanza de que todo, aún puede salir bien”[7].

Mientras que para la economía tradicional, la vida es una externalidad del sistema económico. Para la economía feminista y para la agricultura familiar campesina, la vida es lo que sostiene los entramados y las relaciones sociales, económicas, biológicas. Por eso, las experiencias campesinas en tiempos de cuarentena muestran que se busca no contagiar, ni contagiar a la población comunitaria, pero al mismo tiempo cultivar el vínculo con lxs otrxs. Es hacer lo que el Estado no hace, acompañar. Desde el acompañamiento y la solidaridad se vislumbra el contenido concreto sobre qué es la vida digna. La cual está pensada desde las economías campesinas: cuidar y cuidarse, resolviendo lo inmediato pero también lo necesario.

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El cuidado es entonces “necesidad vital y fundamento del sistema económico, (…) está en el centro de la reproducción social y, pone a las mujeres, como sostenedoras de todo el entramado social y económico; en definitiva, de la vida misma”[8]. Como nos compartió Rosa Murillo, productora agroecológica en la provincia de Imbabura: “Veo muy importante que haya más afecto y cariño ahora, de estar más juntos. Además, nos lleva a ver el sentido de la vida misma, que la vida no está comprada, que la vida se te puede ir en cualquier momento. Entonces, es momento de preguntarnos más conscientemente: ¿qué tipo de vida buscamos? Muchas veces por tanto trabajo no lo reflexionamos”.

“si la primera línea tiene a lxs médicxs, en la retaguardia están lxs campesinxs sosteniendo la alimentación del país”.
“si la primera línea tiene a lxs médicxs, en la retaguardia están lxs campesinxs sosteniendo la alimentación del país”. Foto: Observatorio del Cambio Rural e Instituto de Estudios Ecuatorianos

En este contexto, cuidar también es comunitarizar el riesgo que la incertidumbre presenta, para determinar lo que se vuelve necesario y el camino colectivo para construirlo. Este tiempo de preguntas en medio de lo imprevisible, muestra la profundidad de la reflexión que levantan las mujeres que forman parte de las organizaciones campesinas. Hacer una pausa para pensar el tipo de vida que quieren es abrir la puerta para que el cuidado no sea solo un trabajo que sostiene el mundo, si no un lugar desde donde cuidar sea el primer paso para poder imaginar y crear en comunidad, vidas no capitalistas, ni machistas, ni racistas. Aquí la condición de interdependencia se presenta ambivalente. Nuestra vida depende de lxs otrxs y esa necesidad es inseparable de la potencia creativa para resolver problemas comunes.

En países como Ecuador, de economías dependientes, rentistas y primario exportadoras donde el capitalismo se sostiene sobre la base de relaciones de servidumbre; la condición histórica del Estado en el mundo de la ruralidad y las economías de agricultura familiar, ha sido de abandono y de sometimiento. Son pocas las familias campesinas que tienen acceso a  tierra, agua, semillas y tecnología suficientes para la producción. Las mejores tierras del país se dedican a la producción de monocultivos de exportación (banano, flores, camarón).

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En medio de la pandemia y el encierro obligatorio las miles de familias integradas a la agroindustria de exportación, no pueden comercializar sus productos. Y lxs miles de trabajadorxs de la agroindustria, dependiente en sus territorios, se enfrentan a un  trabajo de mayor explotación, precarización y abandono.

Lxs campesinxs, que cuidan la tierra, el agua, las semillas; que labran, siembran y cultivan, realizan este trabajo no reconocido, invisibilizado y no valorado en condiciones de ausencia de derechos y garantías mínimas de trabajo y accesos. A pesar de que se reconoce su importancia porque proveen alimentos, las condiciones de injusticia permanecen invariables: “si la primera línea tiene a lxs médicxs, en la retaguardia están lxs campesinxs sosteniendo la alimentación del país”[9]. Como hemos visto, sin su trabajo de cuidado de los territorios y sin sus manos que producen, el mundo no sería posible. Cuidar entonces es también luchar contra todos los poderes que amenazan con la vida humana y no humana, y con todo aquello que nos niega dignidad.

Porque únicamente si el cuidado deja de ser un mandato obligatorio para las mujeres rurales, podremos imaginar una sociedad que se haga cargo de su propio cuidado. Y sólo si sacamos el cuidado de la dimensión privada, podremos ensayar formas de rebelión. Como nos recuerda el paro de octubre hay que “cuidarnos lxs unxs a otrxs, para ser peligrosxs juntxs”[10].


Referencias  

[1] Este artículo es una colaboración del Instituto de Estudios Ecuatorianos (IEE) para Chakana News. Forma parte de los debates que ha levantado el Observatorio del Cambio Rural a través de su campaña #DesdeLaRaiz, estrategia que busca, por un lado, visibilizar las experiencias de comunidades campesinas, indígenas, familias agricultoras y trabajadorxs rurales durante la emergencia del Covid-19 y; por otro, impulsar reflexiones sobre la construcción de prácticas y caminos hacia un mundo más resiliente y solidario. El equipo que realiza esta campaña está conformado por Belén Valencia, Tamara Artacker, Alejandra Santillana, Valeria Recalde, Kata Herrera, Anahí Macaroff, Esteban Daza y Stalin Herrera.

[2] El orden de los nombres es alfabético y no corresponde a ninguna jerarquía sobre los aportes al artículo. Todas escribimos en diálogo y en trabajo.

Tamara Artacker es investigadora del Observatorio del Cambio Rural (Ocaru).

Alejandra Santillana Ortiz. Feminista de izquierda. Investigadora del Instituto de Estudios Ecuatorianos (lEE) y del Observatorio del Cambio Rural (Ocaru). Forma parte del Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres y Organizaciones Feministas del Ecuador. De la Confluencia Feminista para el Foro Mundial de Economías Transformadoras y del GT Estudios Críticos del Desarrollo Rural y de la Red de Género, Feminismos y Memorias de América Latina y el Caribe de CLACSO.

Belén Valencia Castro. Feminista y ciclista. Es investigadora del lnstituto de Estudios Ecuatorianos (lEE). Forma parte de la Red de Mujeres en Bici Latinoamérica y del Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres y Organizaciones Feministas del Ecuador.

[3] Entrevista a Bifo “El capitalismo ya no es inevitable” // Marcelo Expósito

[4] Las condiciones de lxs campesinxs en países dependientes, rentistas y donde la forma histórica del capitalismo se sostiene en las relaciones de servidumbre y sobreexplotación. Implica que la experiencia colectiva e interiorizada de sobrevivencia esté atravesada por la propiedad, el monopolio y la fertilidad de la tierra, el acceso a agua, las variaciones del clima, el acceso a tecnología y bienes industriales, por el tamaño y composición familiar, el carácter del trabajo (intensivo, bajos salarios o ingresos, poca disponibilidad de fuerza de trabajo), por el mercado (intermediarios, lógicas, etc.), por el control de la cadena de producción y comercialización.

[5] En la crisis sanitaria por la Pandemia del COVID 19 en Ecuador, la gran mayoría de personas migrantes (del campo a la ciudad), ha buscado retornar a sus granjas, a sus comunidades. Lo que ha puesto en alerta a las organizaciones, quienes reconocen que su retorno se debe a que al menos en el campo hay garantías por medio de la producción agrícola, el trueque, la solidaridad en sí que permiten sostener de la vida, a diferencia de la ciudad, en donde si no trabajas, no tienes dinero, no tienes accesos.

[6] Como propone Bartra, “no es la búsqueda de ganancia sino el mantenimiento de un equilibrio entre producción y consumo para la subsistencia de la unidad familiar” en Bartra, Armando 1982. “El comportamiento económico de la producción campesina” Ciudad de México: Universidad Autónoma de Chapingo. p 17

[7] Entrevista a Alex Manzano, Casa Viva Kitu Tambo Kitu Tambo – Home, 4 de abril de 2020.

[8] Carrasco Bengoa, Cristina; Díaz Corral, Carmen 2017. “Presentación” en Economía feminista: desafios, propuestas, alianzas” Barcelona: Entrepueblos.

[9] Intervención de Stalin Herrera, Coordinador Académico del IEE e investigador del OCARU en Ciclo de Foros Desde la Raíz. El campo en tiempos de Covid19, Políticas Agrarias y Derechos Campesinos, 22 de abril de 2020

[10] Graffitti recogido por Marina Garcés entrevista Marina Garcés: «Tenemos grandes expertos que son grandes analfabetos».

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