El racismo, el clasismo y la xenofobia más profunda afloró en redes durante las protestas en Ecuador. Eso abre una peligrosa oportunidad para plataformas políticas de extrema derecha y fascistas
Julián Martínez
Once días después de iniciadas las protestas en Ecuador, y casi al cerrar la fase de una negociación final, es necesario pasar a limpio y hacer un balance de lo sucedido.
¿Quiénes fueron? Batalla a tres bandos
Una de las grandes preguntas siempre fue, quiénes estaban detrás de las movilizaciones. Luego de que se haya disipado el gas y se hayan recogido las piedras, queda bastante claro cuales eran los bando que protagonizaron esta coyuntura.
Por un lado estaba el gobierno decidido a aplicar la receta del FMI, cobijado por la derecha empresarial y la burguesía nacional. Viejos conocidos dándose palmadas en la espalda: Nebot, Lasso, Arosemenas, etc. Esta vez contaron con el apoyo de una clase media digitalizada que apoyaba por teléfono las medidas.
Por otro lado el pueblo indígena, movilizado desde el interior del país y apoyado por buena parte de la población quiteña. Ellos sostuvieron la lucha durante todos estos días, aunque cometieron el error de no desmarcarse clara y eficientemente de los grupos violentos e infiltrados que manchaban la protesta. Finalmente, el grupo correísta que pescaba a río revuelto, generando caos y queriendo aprovechar la situación y la lucha indígena.
Hay que señalar la organización miliciana que manejaban las huestes correístas. Convirtieron las ciudades en campos de batalla, tomando e incendiando instituciones como Contraloría y generando hechos de violencia nunca vistos en las protestas en Ecuador.
Además de un manejo estratégico de elementos infiltrados para menoscabar la protesta indígena y evitar que se llegue a un acuerdo con el gobierno. Como actor de reparto estuvieron los gremios de transporte, que salieron rápidamente de la escena al conseguir su tajada y la protección para su feudo.
¿Qué pasó? Estrategias
Debido a la mala comunicación, tanto del gobierno como de las organizaciones indígenas que estaban en protesta, hubo mucha confusión sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Desde una perspectiva de distancia (temporal y espacial) los hechos ocurridos durante las movilizaciones de octubre se pueden apreciar con un poco menos de ruido. Después del anuncio sobre las medidas económicas que hizo el presidente, varios gremios y organizaciones empezaron a reclamar.
El principal asunto era la subida de combustibles. Los primeros en protestar fueron los transportistas, quienes también fueron los primeros en negociar y sacar su parte para retirarse. A la vez, diferentes organizaciones indígenas empezaron a protestar y marcharon hacia Quito. Moreno, en una jugada estratégica declaró estado de emergencia y mudó el gobierno a Guayaquil.
Algo nunca antes visto en la historia reciente del Ecuador. Esto le permitió dos cosas. Primero, ganar tiempo. Al dejar descolocados a los manifestantes pudo reorganizar sus fuerzas, gabinete y alianzas. Los indígenas debían decidir si marchar a Guayaquil, quedarse en Quito, o retirarse. Los recursos del movimiento no son ilimitados y a costa de perder fuerza, una parte se movilizó a Guayaquil y otra hacia Quito. La segunda cosa que ganó Moreno al mudarse a Guayaquil fue consolidar las alianzas con los sectores de la derecha que apoyaban las medidas.
Gente como Nebot, Lasso, y otros salieron a defender las medidas y al Gobierno de Moreno. La alcaldía de Guayaquil, de hecho, propuso proteger la ciudad de las huestes indígenas que venían marchando. Sin embargo, Moreno no podía quedar allí para siempre. Mientras todo esto ocurría, las milicias correístas se propusieron sembrar el caos. Los incendios seguidos de Contraloría daban una clara muestra de que unas personas luchaban por las medidas económicas, y otras intentaban atacar las instituciones para tapar la corrupción.
Los indígenas se reorganizaron en Quito y aunque tarde, muy tarde, se desmarcaron de las milicias correístas y sus demsanes. La sociedad quiteña apoyó la legítima protesta, pero el gobierno arremetió con todo. Durante tres noches seguidas se bombardeó los albergues de los manifestantes, declarados como zonas de paz, mientras por la mañana se llamaba al diálogo.
La represión iba en aumento cada día de manifestación y se llegó hasta declarar los toques de queda, como en las épocas de dictaduras militares, tan ominosas para los pueblos de América Latina. Finalmente, después de once días, con varios muertos, decenas de heridos, miles de detenidos, y la creciente presión de los movilizados y de la ciudadanía en general para que terminen la protestas, el gobierno aceptó negociar y revisar las medidas económicas.
¿Qué nos queda? Perspectivas
Usualmente, en un balance de situaciones políticas se menciona los ganadores y perdedores. Pero en Ecuador parece que ha perdido todo el mundo. De los 3 actores principales de este conflicto se puede ver que el gobierno quedó totalmente debilitado y mostrando su lado más inepto para manejar una situación de crisis social.
Dar marcha atrás con el decreto 883 es una derrota no solo ante el pueblo indígena, sino tante sus aliados de la burguesía local y ante el mismo FMI que condicionaba el crédito a la implementación de las medidas. La movilización indígena demostró que cuando hay un problema económico causado por el mal manejo de los políticos, lo deben arreglar los políticos sin afectar al pueblo.
Las medidas populistas tienen que tener responsabilidad para los líderes populistas que las implementaron y no para el pueblo al que ilusionaron con ellas.
La participación de autoridades de gobiernos locales, como los alcaldes de Quito y la alcaldesa de Guayaquil, o los prefectos del Azuay, ha demostrado una falta de liderazgo monumental. Desde ausencia total, como el alcalde Yunda, hasta la sumisión de Viteri al liderazgo de Nebot, pasando por la parafernalia del prefecto Pérez, que olvidó que su rol como autoridad es facilitar soluciones y no aupar problemas. Las autoridades locales han sido grandes perdedores de legitimidad en estas movilizaciones. Lo mismo ha ocurrido con la Asamblea Nacional, que ha cumplido un papel deleznable sin tomar acciones ni responsabilidad sobre las medidas económicas o la crisis política que vivió el país.
También ha quedado demostrado sin ningún tipo de duda que lo que buscaban las milicias correístas era la desestabilización del país. Correa desde Bélgica arengaba para que se convoque a eleccciones desde el primer día de movilizaciones, en una actitud totalmente antidemocrática y oportunista.
Al quedar en evidencia las acciones violentas y delincuenciales de los correístas, destruyendo evidencia en Contraloría y pidiendo nuevas elecciones, queda claro para todo el país en dónde están sus intereses y cuánto les importa la estabilidad y paz social.
Finalmente, el sabor agridulce que le queda al movimiento indígena es que si bien se logró avanzar sobre las medidas de austeridad, mostraron también un mal manejo en cuanto a comunicación, lenta capacidad de reacción ante nuevos escenarios y nuevos actores, y deficientes estrategias para lidiar con ello.
También quedan abiertos escenarios nuevos en la política ecuatoriana. El primero de ellos es el renacimiento o rememoramiento de la fuerza histórica que tiene el movimiento indígena en el Ecuador. Ningún actor político ha tenido tanta fuerza durante tanto tiempo. Ni siquiera después de tantos años de represión y ninguneo correísta han desaparecido de la historia política del Ecuador.
Quien los dio por muertos y enterrados se equivocó, porque como ellos mismo dicen, son semilla. Queda por ver cómo se estructuran los nuevos liderazgos y cómo se hace depuraciones al interior, sobre todo de cara a los procesos electorales de 2021. El segundo es dentro del propio gobierno. Si es que hay voluntad política real de acabar con el correísmo, deberían empezar una depuración por dentro.
Las milicias y la estructura del nefasto ex-mandatario estuvieron a punto de llevar al país a un lugar crítico en su democracia y en ese camino, garantizar la impunidad de los más grandes actos de corrupción de la historia reciente. Desestructurar la mafia del correísmo, dentro y fuera, es tarea primordial para el gobierno en el tiempo que le queda.
Y finalmente, las manifestaciones demostraron una vez más que Ecuador es un país donde la otredad y la diferencia se viven como una guerra irreconciliable.
El racismo, el clasismo y la xenofobia más profunda afloró en redes durante las protestas en Ecuador. Eso abre una peligrosa oportunidad para plataformas políticas de extrema derecha y fascistas, tal como ha ocurrido en otros países donde se ha capitalizado el odio y el rencor social hacia el otro, hacia el diferente, hacia el pobre y el extranjero. Con un poco de suerte, veremos partidos de derecha “moderada” participar en las próximas elecciones, pero que no nos sorprenda que un Bolsonaro local quiera capitalizar el rencor de las clases medias conservadoras contra el resto de la población.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador
LAS PROTESTAS DE OCTUBRE, CRÓNICA DE UNA REBELIÓN INACABADA
Primeras reflexiones.
El sector conservador, anti correista y anti socialista de la dirigencia de la CONAIE, cuyos principales representantes son Jaime Vargas y Salvador Quishpe (quien operó tempranamente el posicionamiento de la estrategia del gobierno) capituló ante las presiones y ofrecimientos de los vectores de acción política del régimen morenista, Pablo Celi, Gustavo Larrea, Enrique Ayala y Juan Sebastián Roldán y en concordancia con el apoyo públicamente a este ofrecido por Mike Pompeyo, construyeron una mayoría que dejó al margen a los dirigentes más jóvenes con una visión anticapitalista, Yaku Pérez y Leonidas Iza, quienes, para no quedar aislados internamente, tuvieron que admitir las decisiones surgidas en una mesa de diálogo preconcebida en esa estrategia y que enfrentó al movimiento indígena, no sólo con el gobierno sino con el propio estado reconfigurado por el retorno del neoliberalismo.
Sin embargo, hay que asumir que el movimiento indígena se desplegó con mucha potencia al cabo de décadas, realmente desde el levantamiento de 1990, puso en escena la fuerza de sus bases y su capacidad organizativa reconstituida en estos dos últimos años, durante los cuales impulsó acciones orientadas a su reconocimiento como interlocutor válido frente al régimen, mediante el posicionamiento de demandas que fueron al menos formalmente acogidas, como un recurso orientado a la cooptación de esta fuerza social, en el cauce de la lucha y del aislamiento del progresismo de los que debieron ser sus aliados estratégicos.
En este ámbito, por cierto, se observa nuevamente una de las principales limitaciones del ´progresismo, el no haber logrado superar la visión de la sociedad de electores y comprender la sociedad de actores, el no haber logrado superar el campo del ejercicio de la democracia representativa, electoral y parlamentaria y trascender hacia el reconocimiento y ejercicio de la democracia representativa y comunitaria.
Al cabo de estas jornadas, se puede afirmar que el movimiento indígena se fortaleció con la protesta, pero también que ha quedado subsumido bajo el poder de la tendencia dominante en la dirigencia y con ello en la estrategia del gobierno, que es a no dudarlo la estrategia del Imperio. Más vigoroso, sin duda, pero más dependiente y asociado a la esfera de la derecha política en su retorno al corporativismo, que ahora se proyecta como un recurso de asimilación por parte del neoliberalismo y como un caudal que puede ser incorporado en el escenario electoral, en los ámbitos nacional y territoriales de cara a las elecciones de 2021, en sustitución del progresismo.
En otra perspectiva, si bien la participación de los actores ciudadanos también logró activarse y articularse, saliendo de los límites de la comarca quiteña y exclusivamente sectorial indígena y ofrecer a la protesta un carácter nacional y popular, no alcanzó a vincularse en forma orgánica a través de la representación de sus diversos actores, barriales, de desempleados y desocupados, de los sectores medios y productivos también golpeados por las políticas neoliberales; la dirigencia indígena no dio paso y no promovió la constitución de una plataforma y un espacio de conducción genuinamente incluyente.
Los medios de comunicación, convergiendo con el discurso gobiernista y de las élites, unánimemente han proyectado imágenes de concesividad, generosidad política, estabilidad, pacificación del país y de la sociedad, así como de la necesidad satisfecha de concertación social, imágenes de un logro del régimen morenista y de una ofrenda a la ciudadanía, agobiada por los efectos de una paralización que tuvo impactos muy importantes en la vida cotidiana de las personas y las familias y causó severos impactos en la economía y en el patrimonio de las ciudades, especialmente de Quito.
Pero la derogatoria del decreto 883, reivindicado por la dirigencia de la CONAIE como el triunfo de una lucha de alcance histórico, se atiene a los límites determinados por las imposiciones del FMI, que de ninguna manera serán reducidos estructuralmente. Por el contrario, en el curso de esta misma semana se enviará a la Asamblea Nacional el paquete económico de reformas, que incluiría las normativas para permitir la evasión tributaria, el sábado laborable, el teletrabajo, la ampliación de la jornada laboral hasta las 16 horas y la autonomía del Banco central del Ecuador.
De esta manera, lo alcanzado con la derogatoria del decreto 883, que será sustituido por otro que tan solo modulará los efectos periféricos del alza de los combustibles, resulta intrascendente en el campo de la economía real. En este contexto, la demanda del Presidente de la CONAIE, que incluye entre otros puntos rebajar los sueldos de los asambleístas y de los funcionarios del nivel jerárquico superior que ganan más de 2000 dólares, así como “recuperar el dinero robado durante la década del correismo” no pasan de ser simples declaraciones propagandísticas que, finalmente, solo encubren la continuidad de la aplicación del compromiso con el FMI.
Po su parte las élites empresariales han cedido solo momentánea y parcialmente a la presión social. Mientras tanto, a la RC que ha sido su principal y genuino adversario, se la somete al defensismo, mediante una sistemática escalada de la persecución judicial y el amedrentamiento, que no cesarán hasta lograr destruir o limitar su potencia electoral y su aislamiento de la lucha social.
Finalmente, hay que destacar algo muy importante: la consolidación de un sistema político autoritario que ha logrado naturalizar, con el apoyo factual de la CONAIE -que, abandonando la reivindicación de sus muertos, heridos, perseguidos, encarcelados y torturados, ahora no demanda más que la «amnistía para todos los detenidos»-, la represión como un recurso de intimidación a ser usado en cualquier escenario de crisis o conflictividad social, con todo lo que eso implica respecto a la resignificación del carácter de los organismos del aparato coercitivo del estado.
El balance no refleja una victoria del campo popular y de la democraica, sí del régimen autoritario presidido por Moreno, de la tendencia conservadora al interior de la CONAIE, de las élites empresariales, de la derecha política y, por supuesto, del Fondo Monetario Internacional. (De las redes, no sé quién es el autor. Discrepo con tu enfoque, creo que la distancia y el odio al correismo no te permiten ver más allá de la derrota de todos, menos del correismo. Las élites de la derecha y de la pseudo izquierda no saben qué hacer con el muerto que agoniza y apesta como la gangrena.
Sería bueno que pongas tu nombre y apellido y no solo el pseudónimo. El autor del artículo escrito lo puedes ver sin problema. Nosotros aceptamos tú opinión. Por eso lo publicamos
Casi esta bien la descripción, pero quería manifestarle que Yaku, y cualquier político no estuvieron porque así lo decidieron las bases en todo el país, no queríamos que se transforme en escenarios políticos y que aprovechen gente que quiere solo aprovecharse, sino que sea visto como una verdadera lucha social, como realmente lo fue……….En cuanto a la comunicación queda demostrado que pese a la prensa corrupta de este país, no pudieron parar al movimiento indígena y al pueblo mismo y se logro informar y convocar mas organizaciones. Ahora sabemos todo el país que existe una prensa corrupta y no confían, será una revolución mediática el nuevo sistema que ha nacido en Ecuador..…… Para finalizar el gobierno y todos sus ministros sintieron el miedo que es tener a todo un país a punto de una guerra civil……….aunque el gobierno mediante su ministro de defensa ya lo declaro…………..Esta lucha no perseguía desestabilizar al gobierno, mas bien era el sentir del pueblo no pagar el festín, derroche, corrupción y mal manejo del país y pasarle la factura al pueblo. Yo creo que si iba a derogar el decreto 883 porque no lo hizo el primer día de paro nacional.