No he tenido la posibilidad de conocer de cerca todo el proceso de lucha y resistencia emprendido para que la “Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi” haya sido reconocida como tal dentro de un Estado que durante más de una década se jactó de ser Plurinacional e Intercultural; pero tampoco he estado alejada de las discusiones alrededor de esta propuesta. Por esta razón creo necesario e importante impulsar una autocrítica verdadera con miras a un mejor desarrollo e implementación de esta universidad e incluso, llamó la atención a no caer en los juegos políticos típicamente usados por los políticos de turno, siendo que uno de ellos -me atrevo a decir- podría ser la casa de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur.
Verónica Yuquilema Yupangui
Antes de nada, pondré como antecedente, que quien suscribe estas palabras es una mujer kichwa Puruwá formada como abogada en una de las tantas universidades en que nunca se discutió, ni siquiera de pluralismo jurídico.
Inicié la carrera casi a la par de la puesta en vigencia de la nueva Constitución y en la época se discutía de forma muy superficial y marginal la naturaleza jurídico – política del Estado Plurinacional e Intercultural que surgió por el forjamiento de los Movimientos Indígenas y organizaciones sociales, ambientales, etc. ¿Casualidad o intencionalidad?
Toda mi vida académica se desarrolló en centros de enseñanza, donde lo “indio” sólo servía para folclorismo y de vez en cuando para mirar hacia la historia maquillada, donde lo “aborigen” era eso: pasado, olvido y vergüenza. Los pueblos y nacionalidades no eran sujetos de esa historia y muchos menos, eran considerados creadores de ciencia o pensamiento.
No he tenido la posibilidad de conocer de cerca todo el proceso de lucha y resistencia emprendido para que la “Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi” haya sido reconocida como tal dentro de un Estado que durante más de una década se jactó de ser Plurinacional e Intercultural; pero tampoco he estado alejada de las discusiones alrededor de esta propuesta. Por esta razón creo necesario e importante impulsar una autocrítica verdadera con miras a un mejor desarrollo e implementación de esta universidad e incluso, llamó la atención a no caer en los juegos políticos típicamente usados por los políticos de turno, siendo que uno de ellos -me atrevo a decir- podría ser la casa de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur.
Siguiendo la razón que motiva este texto, quisiera poner en evidencia algunas de las concepciones coloniales y eurocéntricas en que se basan varias personas e incluso varios periodistas, uno de ellos Martín Pallares, para sustentar su tesis de que la entrega de la UNASUR a la CONAIE es “una pésima idea”. En el texto el periodista se pregunta “¿Cómo se pagarán los 50 000 dólares mensuales que cuesta el mantenimiento del edificio? ¿Quién sino el Estado -es decir los contribuyentes- pagará esas facturas?”
Durante siglos, los pueblos indígenas hemos venido sosteniendo la economía de este país. La República del Ecuador fue fundada sobre la base de tributos, diezmos y la esclavitud de miles y miles de “indígenas” y negros/as y solamente con la lucha y la resistencia hemos conseguido ser tratados como ciudadanos, ciudadanas. En todos estos largos siglos, la población indígena ha tenido que pagar con creces por acceder a un sistema de educación, que dicho sea de paso, nos sigue excluyendo. Hoy, ¿tratan de crear indignación en los lectores por el mantenimiento del edificio? Hay una historia que ustedes desconocen totalmente.
“¿Para qué fracturar aún más el sistema universitario del país con una nueva universidad de ese tipo?”, se cuestiona. La propuesta de esta Universidad o Pluriversidad – como algunos la reconceptualizan- no es fracturar, lo que ha buscado durante sus años de creación es que el Estado, la sociedad conozca que hay otras formas de hacer ciencia, de ser y crear conocimiento; pese a que durante siglos de esclavitud varios de estos conocimientos fueron objeto de un epistemicidio burdo. Lo que con errores – que sí los hay, porque también tenemos derecho a errar, al fin y al cabo somos humanos igual que ustedes ¿verdad?- y aciertos las y los impulsoras de esta Pluriversidad han pretendido es compartir con los otros mundos, el mundo que sigue vivo y desarrollándose dentro de la memoria colectiva de las comunidades, pueblos y nacionalidades, justamente para que no ocurra una apropiación e interpretación errónea del sentido de nuestros fundamentos epistémicos – tal como ocurrió con la Universidad Yachay, entre otras.
La Universidad Amawtay Wasi no es “un centro de estudio para indígenas”, tal como afirman infundadamente, si indagan un poco más, quizá se topen con la novedad que existen estudiantes blanco/mestizos que han estado y estarán gustosos de ser parte de una comunidad universitaria que parte de epistemes diferentes, ya que al fin y al cabo, quien sustenta que es un centro solamente para indígena es la lupa con la que lo analizan ustedes, no los propios protagonistas de esta historia.
Dicen que “crear estímulos a través de becas, financiamiento y post grados en las universidades que ya están funcionando parece ser mucho menos costoso y mil veces más eficiente que montar el Amawtay Wasi en la sede de Unasur.” Sí, es la salida a uno de los tantos problemas que atravesamos los jóvenes de pueblos y nacionalidades, pero no es la respuesta ante el problema de origen que motiva la existencia de una universidad como Amawtay Wasi. No lo es porque como lo dije, ésta plantea otra forma de pensamiento, otra forma de conocimiento, y qué mejor que sea una universidad pública. Para poner un ejemplo, los centros universitarios del país, sólo tomando como referencia las facultades de derecho, se siguen negando a impartir en sus aulas, la justicia indígena como un Derecho, a pesar del reconocimiento constitucional. Es decir, la salida al problema que plantean ayuda a solventar en parte el acceso a la educación superior, que aclarando sigue siendo excluyente y desigual, pero en nada, a la propuesta que Amawtay Wasi plantea.
“Antes de entregar el edificio que costó más de 40 millones de dólares, lo responsable hubiera sido dar públicamente una explicación sobre los motivos por los que la Amawtay Wasi fracasó.” Esto suena a “Antes de darles derechos, lo responsable hubiera sido tener motivos reales para hacerlo y de una vez, someterlo a la voluntad popular”, por favor.
Cuestionan “¿Qué dicen los estudios de los organismos de educación superior sobre lo que ocurrió con esa universidad?” En resumen, esos estudios no consideraron a Amawtay Wasi una universidad, porque simplemente no cumple con los estándares académicos eurocéntricos que las instituciones estatales encargadas de las evaluaciones usan.
Y para cerrar se dice “¿Les dijo algo sobre cómo deberán financiar su operación en ese lugar o les ofreció que todo lo pagará papá gobierno?” Es asombroso que alguien se atreva a hacer una pregunta en estos términos. Me sorprende y eriza la piel el nivel de colonialidad de los argumentos; esta es la cereza del pastel que denota el pensamiento colonial del que la mayoría de la sociedad ecuatoriana está atravesada. Y en eso los periodistas como el señor Pallares o las tantas personas que se pronunciaron contra esto de forma racista, coinciden con el ex presidente Correa, a quién muchas veces criticaron pero con quien parecen tener una fraternidad colonial.
Les recuerdo, que hace mucho que dejamos de ser esclavos, menores tutelados por curas y sacerdotes, ni siquiera antes y mucho menos en este siglo XXI necesitamos de las dádivas de ningún “papá gobierno” para ser y hacer una universidad, más allá de destinar la sede de la UNASUR para una universidad pública intercultural, lo que se exige es lo que por derecho histórico nos corresponde, porque nosotras y nosotros hacemos y somos parte de este Estado. Es necesario descolonizar el pensamiento único, la ciencia única, los argumentos con medias verdades e infundados.
Anticipándome un poco, quien remite este texto no peca de sensible, no está discriminando, solamente invita a la sociedad y sobre todo a aquellos periodistas que generan opinión, a abrir sus mentes y corazones hacia esos horizontes opacados por un pasado que nos es común, aunque lo hayamos vivido en posiciones distintas. No contribuyan a sembrar racismo.
Seguimos difundiendo aquello en lo que creemos y por lo que siempre hemos luchado, los derechos del movimiento indígena, de las mujeres o warmis, de los grupos LGTBI, de los trabajadores y los derechos de cuidar a la naturaleza.
Múltiples voces, distintas ideas, pensamientos y miradas.