Si algo hay que reconocer en estos primeros meses de morenismo es el mérito que ha tenido el presidente en todas las maniobras de poder que ha tenido de que enfrentar. A día de hoy, Moreno ha conseguido desmontar parcialmente una estructura de encubrimiento de la corrupción anclada en los poderes de control como la Fiscalía y Contraloría sin despeinarse. Entre otras cosas, esto fue posible por los escándalos de corrupción, imposibles de ocultar, y la legitimidad ganada en la Consulta Popular. Pero su mejor jugada sin duda ha sido aguantar una crisis legislativa, como las que no se veían hace tiempo, y lograr mantener el control de la presidencia de ese órgano, ahora a cargo de Elizabeth Cabezas, y por tanto de la agenda.
Empezando por las autoridades de control, los escándalos de corrupción fueron haciendo su trabajo por sí solos. Era cuestión de tiempo para que empiece una caída estrepitosa, una a una, de las cabezas que sostenían en la impunidad, los arreglos, los sobreprecios, los contratos, y que ponían en hibernación cualquier intento de fiscalización. Para ello, Moreno ha usado sido la vieja estrategia confiable de ofrecer puestos en delegaciones internacionales (como embajadas o comisiones ONU, OEA, etc.) a algunos actores clave a cambio de quedarse con sus puestos para desactivar el aparataje que blindaba a Correa y su facción. Estos puestos, como bien se sabe, fueron Fiscalía y Contraloría, principalmente. Como una trama de Juego de Tronos, o House of Cards, funcionarios y los escándalos iban cayendo uno tras otro dejando en evidencia lo que era vox populi: Correa tenía atados esos cargos que garantizaban el funcionamiento de la estructura que lo protegía.
Acto seguido, La Consulta Popular le dio a Moreno la legitimidad necesaria para tomar total control del resto de funciones de control del Estado. Designar el Consejo de Participación Ciudadana de transición no es algo menor si lo que se busca es remover a aquellas autoridades que le resultaban incómodas. El primero en caer fue el ex-superintendente de comunicación, Carlos Ochoa, fiel siempre a Correa. La consulta popular tuvo otros efectos menos obvios. Moreno puso en claro quien tenía el respaldo popular y desarticuló cualquier minúsculo intento de la oposición de tomar la vanguardia en las acciones y agenda política. Esto, por supuesto se vio reflejado en el acto final.
Para cerrar magistralmente, Moreno ha logrado deshacerse de un personaje que claramente resultaba amenazante: José Serrano, presidente de la Asamblea Nacional. No fue sino hasta el final de la larga disputa por el control del partido durante el 2017, que Serrano no se decantó por el ala morenista, lo cual algún remanente de desconfianza y dudas debe dejar. Para esto, nuevamente Moreno dejó que la cascada de escándalos hiciera su trabajo, después de destapar algunos detonantes y amenazar el cargo del Fiscal Baca Mancheno. El resto es historia conocida. El ex-fiscal revela un audio donde el ex-presidente del poder legislativo tiene una conversación muy “de compadres” con el prófugo ex-contralor acordando la salida del fiscal. Nadie negó el audio, ni fue debidamente aclarada dicha conversación. El ala morenista junto como la oposición aprovecharon el momento para debilitar la poca institucionalidad que le quedaba a dicho poder, y por supuesto, pescar a río revuelto al destituir a Serrano de la presidencia de la Asamblea y proponer incluso la reestructuración de las Comisiones Legislativas.
Fue tan fino Moreno, que no hubo candidato o candidata que pudiera hacerle competencia a Elizabeth Cabezas, principal carta del presidente para liderar la Asamblea Nacional. En este momento no es tan relevante a quien sirvió Cabezas en el pasado (muchos se quejan de sus antecedentes correístas), sino a quién sirve ahora. El control de agenda legislativa que ofrece el cargo de presidente es importantísimo para el ejecutivo, y sin duda una carta a tener en cuenta a la hora de bloquear o desbloquear cualquier tipo de amenaza al presidente (léase juicio político). Vale mencionar que esto solo fue posible con el acuerdo de amplios sectores de oposición, de los cuales aún quedan dudas sobre los términos de los mismos.
Con esto, Moreno está a punto de cerrar un primer año de turbulencias políticas manejadas con la pericia de un veterano. El presidente ha logrado enrocarse y protegerse de las amenazas más inminentes, a la vez que ha sacado del tablero a las mejores fichas de sus adversarios. Sin duda un indudable mérito en el manejo de la «realpolitik» por parte del presidente, y sin despeinarse. Como para sacarse el sombrero.
Doctor en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Universidad de Salamanca. Es psicólogo político y está interesado en el comportamiento político, tanto de la ciudadanía como de las élites. Actualmente también desempeña labores como asistente e investigador en Flacso España.
Quito, Ecuador
Muy Buen análisis…